FERNANDO SANTACRUZ CAICEDO
El ser humano, complejísimo por naturaleza, es la única especie viviente que se autodestruye conscientemente. Su insaciable codicia lo impele peligrosamente hacia la extinción de la vida, incluida la humana. Su avaricia lo empuja irrefrenablemente a atesorar riquezas, independientemente de las mortíferas consecuencias de procederes condenables. El cambio climático, la contaminación ambiental, productos de la utilización de combustibles fósiles, del arrasamiento de los bosques, envenenamiento del aire y fuentes de agua, etc., lo han forzado a buscar alternativas más armónicas con el hábitat, a la transición energética orbital, a reducir el consumo de carbón y derivados del petróleo, a conservar el entorno, a modificar sus comportamientos depredadores para proteger el globo terráqueo, natura y homo sapiens.
El marchitamiento mundial de las economías carbonífera y petrolera, exige encontrar nuevas fuentes productivas, de crecimiento, empleos y divisas. Lo contrario, significaría potenciar la anarquía social. La falsa creencia de que el desarrollo capitalista debe recorrer, sucesivamente, las fases agrícolas, industrial, servicios, exportadora y financiera, es obsoleta. Economías avanzadas -Canadá, países escandinavos, Australia, Nueva Zelanda- cimentan su crecimiento, ingreso de divisas y balanza comercial positiva, en la explotación y exportación de sus recursos naturales, particularmente mineros, implementando rigurosos estándares de manejo de los ecosistemas. Otras -India y Ghana- lo fundamentan en los servicios -excepción hecha del transporte-, con exiguo efecto ecológico, apoyándose en políticas idóneas.
La calamitosa administración Uribe-Duque y sus graves secuelas socioeconómicas, agravada por la pandemia y sumada a lo antedicho, obligan a escrutar soluciones plausibles para sacudirnos de la problemática y el atraso que padecemos. Las propuestas de quienes aspiran a gobernar, no colman las expectativas reformistas indispensables para rebasar el estancamiento económico, el retraso social y la dependencia política que soportamos, incluidas tres reformas imprescindibles: agraria, tributaria y financiera.
El modelo económico aplicado en Colombia durante los últimos 30 años, ¡fracasó! Las importaciones se duplicaron, en relación con las exportaciones. Las políticas comerciales y sectoriales del Estado fueron equívocas. El libre comercio es inoperante en economías que, como la nuestra, tienen ventajas comparativas en bienes de baja productividad, escasa demanda y exigua remuneración salarial. China y los países del sureste asiático afianzaron su crecimiento en el sector externo, merced a políticas de planificación industrial e innovaciones tecnológicas que crearon estructuras de comercio exterior de alto rendimiento y retribución a la fuerza de trabajo. Colombia reclama imperativamente políticas tecno-industriales; sistemas de elevada demanda y recompensa laboral; renegociar los TLC e implantar aranceles acordes con la complejidad de los bienes, a fin de disminuir importaciones, incrementar exportaciones y contraer el déficit de cuenta corriente, transformando al sector externo en eje de producción, crecimiento del PIB, empleo y redistribución del ingreso.
Convertida en actividad estratégica nuestra minería exportadora, previa expedición de un corpus jurídico medioambiental estricto, podríamos obtener divisas, crear puestos de trabajo y crecer a un ritmo superior, enfocándonos en la explotación de oro, níquel y cobre -éste último con elevada demanda mundial para tecnologías de producción de energía limpia. Conforme a la Agencia Nacional de Minería, “el país tiene potencial para la extracción y la exportación de minerales demandados por la transición energética, lo que brinda oportunidades de diversificar la canasta minera y aportar en el desarrollo y la reactivación de la economía nacional”. La minería legal participa con el 2% en el PIB. Según la Asociación Colombiana de Minería, el aporte del PIB minero para 2021 será de 15% (¿?), con una inversión de US$2.700 millones.
Superados algunos obstáculos orgánicos -eliminación de trabas legales, seguridad inversionista, etc.-, el gobierno puede dinamizar la agricultura y agroindustria alimentaria a gran escala, la agrofarmacia -cannabis, coca, etc.-, la moderna minería -sustentable y respetuosa del ambiente-, las carreteras y obras de infraestructura, la industria manufacturera -fundada en innovaciones tecnológicas y las exportaciones-, actividades generadoras de ocupación y monedas duras. SOSTENER MODELOS ECONÓMICOS FALLIDOS, “ECONOMÍA NARANJA” INCORPORADA, ¡ES PERSISTIR EN LA ESTRUCTURA DEL ATRASO!