José Omar Domínguez Arce es profesor normalista y pedagogo. Ha dedicado su vida al servicio de la comunidad y se caracteriza por ser una persona íntegra, respetuosa y sabia. Su vida se encuentra marcada por la existencia de dos instituciones: el colegio San Camilo y el Orfeón Popular Obrero de Popayán.
Por: Keka Guzmán
El Nuevo Liberal
Tenía seis años cuando conocí al profesor Domínguez. Llegué sin ser invitada a su casa: mi tía, como de costumbre, me llevó. Tengo muy presente esa primera imagen, su elegante traje, su cabello blanco, sus pronunciadas cejas y sus particulares gafas. Desde ahí, sentí respeto y admiración por él, sin ni siquiera saber quién era. Su casa conserva un peculiar olor a libros, unos cuadros de madera colgados en las paredes, un patio en la entrada con una de esas fuentecitas de agua esculpidas en piedra, moho creciendo entre el piso húmedo y unas sillas de esas antiguas, fabricadas en metal y cuero. Entrar en su casa me hace sentir en otra época, es algo que va más allá de una simple estructura de bahareque e inspira un poco de grandeza y melancolía.
José Omar Domínguez Arce, pensionado por los Hermanos Maristas, logró hacer de su vida un recorrido de excelencia y perseverancia, dedicado al servicio a la comunidad. Su historia nació en esa casa de bahareque y su vida la puede resumir en dos grandes momentos: la construcción del colegio San Camilo y la construcción del Orfeón Popular Obrero de Popayán.
Como a un hijo
La casa de la niñez, de la juventud y, ahora, de la adultez, era de la familia Paz Valdivieso. Hace mucho tiempo fue una tienda y después se convirtió en un lugar que daba comida a los estudiantes de la Universidad del Cauca. Cuando nació la hija menor llamada Noemi, en 1921, llegaron dos muchachas encargadas de sus cuidados y los oficios de la casa. Con los días iban acogiendo a jóvenes universitarios y se quedaban en casa quienes tenían una relación de amistad con los dueños. En los años 30 llegó un estudiante de Palmira con la intensión de cursar sus estudios en derecho: hacía poco que había terminado su servicio militar y había decidido quedarse. Fue así y se enamoró de una de las jovencitas encargadas de Noemi. De esa relación nació el profesor Domínguez. Él, por su parte, logró concluir sus estudios y se fue, más o menos en el año 45. Y la joven también emprendió nuevas aventuras. Entonces, José Omar Domínguez Arce quedó al cuidado de la familia Paz Valdivieso: lo acogieron como un hijo. Noemi se convirtió en su madre.
José Omar Domínguez pasa sus días entre la música, las letras y las calles de la ciudad blanca.
José Omar inició sus estudios en el Colegio Tomás Cipriano de Mosquera, los continuó en el Liceo Cervantes y finalmente en la Normal de Varones. A partir de ese momento se empezó a desenvolver como docente, primero en el Colegio Manojo Infantil, con el profesor Jorge Arévalo, después pasó al colegio Laurentino Quintana. Estando ahí, el hermano marista Silvio Arteaga, que había sido nombrado director de la Escuela San Camilo, lo contrató a finales de los 70 para que fuera a trabajar con ellos. Trabajó 34 años con la comunidad marista y se pensionó.
En San Camilo inició como profesor y secretario. Después, cuando los hermanos le entregaron la escuela a la Asociación de Padres de Familia, le encargaron la difícil tarea de cerrarla porque había tan pocos hermanos que no alcanzaban para atender todas las obras que tenían en el país. La Escuela había sido fundada en 1932 y el esfuerzo de las nuevas directivas impidió el cierre definitivo. A partir de ese momento y bajo el liderazgo del profesor Domínguez, la Asociación de Padres de la Familia inició campañas, gestionó ayudas y la escuela renació. Aquella ardua labor posibilitó construir la parte física que actualmente conserva, pero ahora está a cargo del municipio.
Paralelamente a ello, trabajó en la Escuela Obrera de Contadores dando clases de español y de ortografía y redacción. Cuenta el profesor Domínguez que tenía un librito de reglas ortográficas y redacción porque consideraba fundamental el manejo de nuestro lenguaje. La escuela estaba a cargo de la Federación de Trabajadores del Cauca, era de los sindicatos y casi todos los alumnos eran hijos de los miembros.
El profesor Domínguez continúa apoyando El Orfeón Popular Obrero
Compromiso con lo social
El profesor Domínguez también hizo parte del proceso de constitución y construcción del Orfeón Popular Obrero de Popayán. Contó con la suerte de conocer al fundador, el maestro Leonardo Pazos Fernández, porque un tiempo se hospedó en su casa y junto con él conoció todo el proceso que se estaba gestando en el país con los cambios introducidos por la República Liberal. Ingresó cuanto tenía 14 años y desde ahí se empezaron a forjar sus pensamientos liberales y su mirada hacia un país más social. Por eso, mantuvo unidas su participación en la conformación de sindicatos y su participación en el Orfeón, aunque la institución no hacía parte de ellos.
Ha pasado mucho tiempo desde su ingreso al Orfeón, su impecable actuación en el Colegio San Camilo y en diversas instituciones por las que pasó. Diariamente lo veo caminar por las calles de la ciudad, sentado en las bancas del Parque Caldas, leyendo el periódico, hablando con la gente. Al observarlo veo a alguien grande, a un ser letrado que conocí gracias a mi tía. Un hombre que le entregó su vida a la comunidad, al servicio, a la colaboración. Para él, lo más emocionante que ha tenido es ver las obras concluidas: el Colegio San Camilo renació de las cenizas como el Ave Fénix, y aún rememora ese hecho con nostalgia; la participación en el Orfeón con la construcción del teatro que duró 13 años pensando siempre en la enseñanza musical y artística de la clase trabajadora.
Después de 20 años, regreso a la casa de bahareque y descubro que no ha cambiado mucho. Ahí están esas pequeñas y significativas cosas que la hacen única, y ahí está el aroma que desde pequeña guardo con gran aprecio: pareciera que los libros impregnan su fragancia en el espacio. Él, sigue siendo el mismo, una persona sabia, educada y vehemente, que continúa trabajando con la gente, con los niños, con el Orfeón, con la comunidad marista. Ahora, cada vez que voy, lo encuentro leyendo en la silla roja, escribiendo o caminando. Entrar en su casa, compartir un par de palabras y risas se ha convertido en un ejercicio curativo y motivador para el alma.
Aunque nunca fue mi profe en un salón, el profesor Domínguez ha sido mi maestro de vida. Por eso recuerdo con admiración sus palabras: “me gusta leer bastante, me gusta leer de todo; yo hago como Santo Tomás de Aquino que decía: leé todo lo que podás, lo bueno retenerlo y lo malo desecharlo”. Él seguirá dejando un legado de vida a quienes tenemos el gusto de conocerlo y yo, al tenerlo tan cerca, seguiré aprovechando su sabiduría.