EDITORIAL
Por: Danilo Reinaldo Vivas Ramos
Por lo regular, en nuestra cultura política, se ha venido consolidando el cinismo en la forma de actuar por parte de políticos, gobernantes, funcionarios públicos, empresarios, en fin, de amplios sectores de la sociedad, como una herramienta poderosa para hacer que todo les resbale, no les afecte sus resultados aunque sean perversos, manejar sus verdades, aunque estas no correspondan a las aceptadas socialmente y que están sustentadas en valores y principios éticos y ciudadanos y, con ello, vender una idea o imagen diferente de ellos ante sus semejantes o, lo que es peor, querer desvirtuar que sus comportamientos son inadecuados, muchos atentatorios contra terceros y el país.
Tomando el significado de cinismo: “Actitud de la persona que miente con descaro y defiende o practica de forma descarada, impúdica y deshonesta algo que merece general desaprobación”, los políticos o gobernantes cuando han sido descubiertos por actos irregulares que afectan el bien común, su primera reacción, a pesar de todas las pruebas que se tengan en su contra, lo primero que salen a decir a los medios de comunicación es que lo que de ellos se dice es mentira, que es persecución política, envidia de la oposición, etc., sin rubor alguno, manejando discursos prefabricados para hacer creíble sus versiones, para ello se apoyan en profesionales del derecho o en instancias gubernamentales para desdibujar los argumentos que le acusan y hacer prevalecer, en forma descarada sus mentiras.
Si los procesos no ‘cuajan’ y los argumentos de los denunciantes son mayores que los de ‘su’ defensa, de inmediato lo que hacen es buscar un favorecimiento de la ley, acogiéndose a sentencia anticipada y, lo más grotesco, a pedir perdón por sus hechos. Es aquí entonces, cuando el cinismo se transforma en estrategia para alcanzar sus propósitos finales, sin importar lo más mínimo en las consecuencia para toda una sociedad, para las presentes y futuras generaciones que ‘asumirán’ como normales estas conductas, en algunos casos incluso, admirando a sus autores.
En este contexto, estas prácticas han llevado a que los medios de comunicación, jueguen un papel importante, bien, para desde una posición independiente confrontarlas y visibilizarlas, o para, por conveniencias de tipo económico, político o de otra naturaleza, se suavicen sus efectos, se justifican o se lanzan mantos de duda para al final ‘echarle tierra’ al asunto, a fin de que la vida continue su curso, sin importar el daño social y ético tan grande que hay detrás de este tipo de comportamientos de los cínicos y la connivencia que en varios sectores hay sobre este tipo de prácticas.
Lo más grave de situaciones de esta naturaleza es que muchas no sólo son aceptados y compartidos por algunas personas, sino ‘dignas’ de imitar, llegando a extremos de magnificarlas y ponerlas incluso como paradigmas en el campo del comportamiento humano, ante una sociedad que cada vez sucumbe y se hunde en la más crítica corrupción.
Mucho de esto lo estamos viendo en la actual campaña política, de segunda vuelta, por la presidencia de la república, de verdad que da vergüenza el rumbo que ha venido cogiendo y es el de hacer del cinismo, para manejar fríamente, de manera calculada y mediática, ‘verdades’ sobre el contendor, sin poner en el escenario público los argumentos y razones, quizá porque no se tengan, pero que con una buena acción de medios se reafirman en el propósito final de denigrar, estigmatizar, mancillar, deshonrar y ofender a su opositor, para generar en los electores rabia, miedo y odio para que, henchidos de ‘valor’, salgan a votar.
La historia del país ya cuenta con una experiencia igual, la que después de cinco años, en un análisis juicioso y de cara a las realidades del país, fue una estrategia, con los más altos niveles de cinismo, para obstaculizar el proceso de paz que más ha avanzado en Colombia. Esperemos que la historia no se repita y que el electorado salga masivamente a votar el próximo 19 de junio, de manera autónoma e independiente, pensando en el país y no en correspondencia de aquellos que abierta y sutilmente se han caracterizado por manipular la conciencia de los ciudadanos durante años.