¿Cómo salir del atolladero?

Columna de Opinión

Por: Silvio E. Avendaño C.

El neoliberalismo llegó como novedad en 1991. El final de la historia, luego de la caída del socialismo en los países del este europeo. Y, la buena nuevo vino con la apertura económica: liberación del comercio, abolición de restricciones que frenaban la competencia, eliminación de barreras a la inversión extranjera. Además, la nueva Constitución (1991) que abrió la economía de mercado, libre flujo de capitales, TLC, privatización de las empresas, libre competencia.

La economía de mercado se hizo presente por estas latitudes. El capital financiero quedó en manos del Banco de Colombia, Aval, BBVA, Sudameris… que se llevan la mejor tajada. Detrás de ellos otros grupos financieros. Coomeva, Itav, Credicorp, Fundación social y BTG. Las 35 empresas como Grupo Santo Domingo, Ecopetrol, Grupo Ardila, Grupo Éxito, Grupo Carvajal. Más Abajo: EPM, Manuelita, Tecnoquímicas, Luker, Fabricato, Cartón Colombia, ETB, Alpina, Mexsys…Y en la base de la pirámide las microempresas casi, un millón quinientas mil y, por último en las calles los informales con un número bastante significativo de cerca de dos millones y medio.

Claro que el “progreso” vendría, no las cuatro estrategias (pasadas de moda), sino a la altura de los tiempos las locomotoras que habrían de llevar al avance en el mundo global. Así, la primera locomotora sería la minera energética. La otra estrategia de las 4G: un programa de infraestructura vial que planteó 8000 kilómetros de carreteras, túneles, dobles calzadas, mirando hacia los puertos para hacer posible la exportación. 47 billones. Y, con ello la optimización del beneficio costo a favor de empresas privadas. Pero la locomotora se dañó por sobrecostos, peajes, corrupción, privatizaciones de la participación del Estado, proyectos aislados, bondades a empresas extranjeras…Y la tercera locomotora de nombre pomposo: Economía naranja mediante la cual se reduce el Estado a un papel regulador de toda expresión cultural.

Ese es el paisaje que se esboza si se mira el camino trazado por el neoliberalismo.  se ve el mapa de esta esquina entre el mar Pacífico y el Atlántico, un país casi feudal, pues el proyecto de industrialización se ha debilitado al máximo, la agricultura no ha crecido. En los años setenta se preguntaba si Colombia era un país feudal y, se decía en tono de burla que si lo era, dado el castillo de Marroquín, ubicado en el sector de la Caro, municipio de Chía, en los predios de la hacienda del autor de La perrilla. “Es flaca sobre manera/toda humana previsión/porque en más de una ocasión/ sale lo que no se espera…” Pero en el siglo XXI, de la post-postmodernidad bien parece que el feudalismo se ha instalado como una forma de organización basada en las relaciones: “Como diga patrón”. ¿Qué se le ofrece a mi amito? “Gracias a Dios” y “A Dios gracias” entre los señores finqueros y trabajadores por horas y a destajo. El sueño de la agricultura moderna se ha evaporado como se puede ver que no hay producción de trigo, maíz, algodón… La industria se ha ido a pique como se hace evidente en que la ropa, el calzado, la tecnología… todo se importa.

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