SIGIFREDO TURGA
En 1991 una inmensa mayoría de los colombianos hicimos el esfuerzo de profundizar cambios, buscando eliminar tantas desigualdades vividas desde cuando españoles y otros europeos de la peor laya impusieron su dominante privilegio, conservado y acentuado hoy en Colombia en manos de sus herederos y de quienes oportunistamente se alían a ellos, para gozar de aberrantes privilegios, sin importarles un ápice que todo ello va en contra de los derechos que le esquilman a las grandes mayorías.
Estamos convencidos de que todos los diseños administrativos del Estado, junto con lo planificado y las leyes que se aprueban para entregar soluciones a las necesidades de los colombianos hasta hoy, por siempre han sido sesgados para favorecer a los dominantes y someter a los dominados a la voluntad y caprichos de esos dominantes.
No solo imponen e instrumentalizan leyes que benefician a los dominantes, sino que, como alguna vez manifestaba el importante economista e investigador colombiano Luis Jorge Garay, “se nos corrió la frontera moral”, en la política, en las finanzas públicas y en el sector judicial.
Todos los días, corriendo la frontera moral, individuos o grupos de los dominantes o sus aliados en Colombia, incumplen sus propias leyes, derrochando corrupción y todo tipo de ilegalidades, con tal de incrementar el disfrute de sus egoísmos.
En aquella ocasión, hace unos quince años, Garay urgía que ciertos grupos de poder cambiaran las prácticas ilegales, buscando que el país enderezara su rumbo. Pero los hechos confirman que ello es absolutamente imposible, puesto que un numeroso grupo de los dominantes y aliados, todo lo hacen no para entregar soluciones a problemas o necesidades, sino para incrementar sus bienes y capitales sin importándoles para nada la solución a necesidades que, eso si, son aprovechadas para hacer gigantescos montajes, usados como mecanismos para establecer y engrasar sus malhadados egoísmos.
Para que no se tome lo dicho como supuestos abstractos, llueven casos muy concretos en la actualidad como Odebrecht, Santurbán, Agroingreso Seguro, Interbolsa, entre muchos otros nacionales e internacionales y en lo regional casos como Centrales Eléctricas de Occidente y Serviaseo, causante de heridas económicas y sociales irreparables o el caso de Asmet Salud e incluso el no muy claro, en su estructuración y propósitos, Plan Departamental de Aguas.
Parodiando, para mí al mejor presidente de Colombia en el siglo 20, doctor Alfonso López Pumarejo, quien decía: “La violencia es una enfermedad que viene de lo alto”, estamos también seguros de que “la corrupción es una enfermedad que viene de lo alto”, de la cual se han venido contaminando los de abajo, sintiéndose autorizadas gentes de abajo para estructurar montajes delincuenciales llenos de corrupción, en la minería, el narcotráfico, el contrabando o la administración pública.
Ahora, en marzo, cuando se vienen las celebraciones de Asambleas para todas las organizaciones cooperativas y demás empresas de economía solidaria, estamos llamando la atención a los asociados, trabajadores y directivos de las mismas, para que revisen sus conductas personales relacionadas con su comportamiento de cooperativista, porque fácilmente ante las apabullantes influencias que se sufren en este medio económico construido para que domine el egoísmo, pueden dejarse llevar de actuaciones insolidarias indebidas que riñen totalmente con los valores y principios de la economía solidaria. Casos actuales muy dolorosos como SALUDCOOP Y ASMETSALUD nos obligan a investigarnos para detectar contaminaciones egoístas que podemos estar sufriendo en el sector solidario de la economía y que de ser así debemos corregirlos cuanto antes, para que hagamos respetar la dinámica originaria ancestral como son el convite y la minga, refrendada en la doctrina rochdeliana europea con los Principios Cooperativos.