HUGO COSME VARGAS
Recuerdo las formaciones que hacíamos los lunes en el colegio Champagnat, para izar la bandera nacional, en la antigua sede de la carrera 6 con calle 3, cuando aún podíamos caminar en los andenes de la ciudad. Impecablemente alineados, esperábamos el toque de la campana para iniciar la ceremonia, algo que quedaría grabado para siempre en la memoria y en el sentimiento de sus exalumnos. Pero, casi todos vestíamos suéteres o chaquetas o sacos o buzos, de todas las formas, tallas y colores, pese a que el acto se extendía hasta las 9 de la mañana. Era otra época y otro clima. Hoy, mis chaquetas están guardadas en el closet y quizás no las podré lucir más. En Popayán se ha subido la temperatura ambiental promedio, por lo menos 2 grados centígrados en los últimos 50 años. Y aunque sigue siendo un clima agradable, las generaciones venideras empezarán a sentir calor, y Santiago de Cali se convertirá en un verdadero infierno. ¿Por qué?
Vayamos un poco más lejos. Este verano del norte del hemisferio nos tiene sorprendidos: severas e imprevistas inundaciones en las riberas del río Rhine, en Alemania, apocalípticos incendios Dixie, en California, mega incendios en cercanías de Atenas, en Grecia, crecientes en varios ríos de China, conflagraciones incontrolables en Australia. Es decir, el planeta anda en problemas. ¿Por qué?
No es fácil responder esta pregunta. Las Naciones Unidas tienen organizado un comité de sabios que, cada 7 años, escribe un denso documento que contiene el estado del arte en el cambio climático de la tierra. El 9 de agosto de 2021 sale publicada la primera parte del reporte, basado en el trabajo no remunerado de 234 científicos mundiales que revisaron, hasta el 31 de enero pasado, más de 14000 artículos y habrán contestado, hasta la fecha, 75000 comentarios a la versión preliminar. Este panel de expertos se denomina IPCC, y sus 4 entregas deberán ser la guía para una humanidad que empieza a entender, a sangre y fuego, que el cambio climático no es cuento.
Las temperaturas históricas ambientales de cualquier región de la tierra se pueden organizar en una gráfica que semeja una parábola, en cuyo vértice se amontonan las temperaturas más frecuentes, pero en sus extremos se dibujan los valores más alejados, que indican fríos extremos en un lado y calores infernales en el otro. Esto último representa las ondas de calor extremo, que hace apenas 10 años eran impensables, y que hoy están sucediendo en todas partes, ante la mirada atónita de la humanidad. Portland, en Estados Unidos, acaba de registrar una temperatura de 45 grados, que hizo mover la curva 9 grados a la derecha y de paso derritió los cables de sus tranvías. Los científicos han logrado a través de la ciencia física y los modelos computarizados, demostrar que los cambios climáticos producidos por el hombre son la causa directa de la aparición de las ondas de calor extremo, que hoy las vemos surgir en cualquier sitio, con más frecuencia y con más rigor. ¿Hasta dónde llegaremos?
Pero hay más. Este calentamiento extremo también calienta el agua del mar, expandiendo su volumen y aumentando su altura, lo cual genera inundaciones costeras. Algunas regiones padecen sequías bíblicas porque el calor seca el suelo y la floresta. Otros países padecen inundaciones en sus ríos porque la cantidad de agua evaporada de las fuentes es mayor, precipitándose en sus cuencas y generando grandes caudales que socavan y arrasan los pueblos que alguna vez el hombre, desafiando a la naturaleza, decidió instalar en sus riberas. Y qué decir de las áreas geográficas que “sufren” de tormentas tropicales y huracanes, cuyo combustible es el aire caliente.?
¿Cómo aminorar este peligro?, deteniendo al menos la velocidad de su cambio. Hay consenso entre los expertos, que se debe detener ya el consumo de los combustibles fósiles como el carbón, el petróleo, los aceites y los gases, cuya combustión lanza a la atmósfera, a diario, toneladas de dióxido de carbono que calienta el planeta. De nosotros depende. Debemos aceptar la realidad, organizar mejor nuestra infraestructura y saber planear los sistemas sociales y económicos para enfrentar el tremendo problema.