HAROLD MOSQUERA RIVAS
No existe en nuestro ordenamiento jurídico una norma que defina quién debe hacerse cargo de los abuelos, cuando ya no pueden valerse por sí mismos. Si tienen hijos e hijas, nietos y nietas, el tema de atenderlos, velar por su bienestar, acompañarlos a las citas médicas, darles los alimentos y en general aliviarles un poco la carga, cuando por cuenta de los años y la vida que han llevado, se pone pesada.
El tema es tan sensible, que hay familias que han llegado a la confrontación, verbal o física y la consecuente enemistad, por las discusiones internas sobre el asunto de los mayores. Algunos creen que es suficiente con hacer un aporte económico para cubrir los gastos, otros piensan, en actitud machista, que son las mujeres de la casa las que deben asumir esa responsabilidad, incluso renunciando a su trabajo si llegare a ser necesario. Pero al final, la verdad es que los mayores de cada familia, deben ser responsabilidad compartida de todos los que estén en condiciones de acompañarlos en sus últimos años.
El próximo 28 de Octubre de 2021, mi padre cumple 88 años, con la bendición del creador. Requiere de muchos cuidados y atenciones y una empleada del servicio no es suficiente porque su jornada laboral es de 8 horas diarias. Como él reside en Cali, no me resulta fácil poder acompañarlo a todas sus citas médicas y atenderlo como él lo hiciera por nosotros durante los mejores años de su existencia. Y a pesar de que todos los fines de semana lo visito, le preparo los alimentos y comparto con él largas conversaciones sobre política, literatura, economía y hasta enseñanzas de la escuela de la vida, siento que no estoy aportando lo suficiente para procurarle el bienestar y la felicidad que se merece.
Eso me produce tristeza, pero igual, debo seguir en la lucha laboral hasta culminar mi ciclo. Esta experiencia, que imagino es igual en la mayoría de las familias, que en algunos casos resuelven el problema llevando a los mayores a un hogar geriátrico en el que personas especializadas en el tema, se encargan de atenderlos a cambio de una mensualidad, que paga su familia, termina siendo dolorosa. Ese sería el camino más fácil, pero cuando es infinito el amor por quien nos ha dado todo, esa posibilidad se descarta de plano, pues creemos que nadie lo va a atender con tanto cariño, como quienes le debemos todo lo que somos y tenemos. He querido compartir esta preocupación con los lectores, esperando que alguien sugiera una alternativa de solución que podamos compartir en este espacio. Por tanto, extiendo la invitación a todos los que han enfrentado esta situación, para que, me compartan al correo electrónico la forma como han abordado el asunto, de forma tal que, en una próxima columna, yo pueda resumirlas y exponerlas en beneficio colectivo. Mientras tanto, seguiré procurando mitigar la tristeza de mi alma, al no disponer del tiempo suficiente para estar al lado de la persona más importante de toda mi vida.