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DIEGO FERNANDO SÁNCHEZ VIVAS
Desde tiempos inmemoriales, la existencia del hombre ha estado ligada a lo que constituye su motor de vida, que lo impulsa a enfrentar todos los días los avatares de la vida cotidiana, que le proporciona al ser humano las energías para poder crear, trabajar, socializar en una palabra lo que lo impulsa a vivir.
Nuestros más lejanos antepasados debieron contentarse con comer algunos frutos silvestres, tallos, raíces y trozos de carne cruda que proveían bestias antediluvianas, las cuales proporcionaban las calorías necesarias para no perecer bajo el inclemente y pavoroso clima de la Era Glacial. Este era básicamente el menú al que por miles de años se adoptó el género humano por necesidad.
Con el descubrimiento del fuego, la humanidad dio un salto inmenso y nuestros más lejanos ascendientes debieron agradecer profundamente la utilización de la chispa divina del fuego, pues la cocción de los alimentos, principalmente de las carnes derivadas de las interminables y agotadoras jornadas de caza y pesca, les daban a estos alimentos un sabor diferente. Entonces la necesidad imperiosa de alimentarse para sobrevivir, se fue transformando con el tiempo en un deleite y placer exquisitos. Muchos años después, con la aparición de las grandes civilizaciones de la humanidad, los refinamientos y las costumbres culinarias se fueron transformando, y cada región se caracterizó por poseer determinados productos e incorporarlos a su mesa. Pero además, cuando estas civilizaciones debieron conquistar territorios desconocidos, Asiria, Babilonia, Egipto, Grecia, Roma, fueron asimilando a sus hábitos alimenticios, productos provenientes de los territorios conquistados y a su vez también incorporaban los suyos a los hábitos de los pueblos sometidos.
Refieren las crónicas de los historiadores Livio y Suetonio, que en los tiempos de los emperadores romanos, eran famosas las cenas palaciegas por su esplendor, derroche y su diversidad, eventos pantagruélicos en los que se servían los más exóticos platos provenientes de los rincones más apartados de la Tierra. Tambié son muy comentados por la literatura de su tiempo, las cenas de los reyes de la Francia imperial, que han sido recreadas por pintores famosos y mencionadas en obras literarias importantes. En la tradición Judeo-Cristiana, recordamos pasajes memorables de la Biblia, como el de la manzana de Adán y el plato de lentejas de Esau. En fin son muchos los apartes de la humanidad y la literatura que están relacionados con el tema que nos ocupa. El cuadro de la Ultima Cena, donde Jesús comparte con sus discípulos es tal vez el mejor ejemplo.
Por estos días que se realiza el XVI Congreso Gastronómico de Popayán, que tiene como país invitado Suiza y como región invitada de Colombia el departamento de Nariño de una diversidad culinaria reconocida, resulta pertinente hacer unas reflexiones sobre la gastronomía, que entre otros aspectos positivos tiene el de permitirnos conocer las delicias de otras latitudes, y también promover a nivel global los excelentes platos que aquí cotidianamente consumimos. ¡Entonces la mesa está servida, buen provecho señoras y señores!
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