Editorial: El parqueo irregular crece con la ciudad

En gran parte del centro y otras zonas álgidas en movilidad de Popayán, las comunidades se sienten sitiadas por el mal parqueo de automóviles, que se han tomado y siguen tomándose las calles, el que es un problema creciente incluso en algunos barrios residenciales de todos los estratos, aunque el problema es menor en algunos barrios alejados de la urbe y en unidades residenciales, dado que sus edificios cumplen más las normas de tener parqueos para sus residentes y también parqueos de visitantes. Esto no es cierto de la mayoría de los demás barrios y la toma de las calles como parqueaderos avanza en una proporción geométrica.

Otra causa para esta crisis es que los barrios, antes residenciales del todo, ahora tienen un ‘boom’ de negocios de diversas clases, cuya clientela también atiborra las calles al parquear en ellas. Este problema, lejos de mejorar, empeora a diario, y lo seguirá haciendo si las autoridades siguen con los brazos cruzados.

En Colombia tener un automóvil es cada día más fácil, lo que quiere decir que además de haber financiación para autos nuevos, el mercado del usado ofrece cada vez más opciones y precios más cómodos. El resultado es, además de un mayor bienestar para la clase media creciente, un caos en las vías.

¿Qué se debe hacer? Debe haber una administración municipal coherente, que planifique el crecimiento de la ciudad, en vez de cruzarse de brazos para reaccionar a medias, y solo cuando ya los problemas son casi insolubles.

Este tipo de campañas deben reforzarse aunque es hora de pensar en castigos más severos. Hay sitios ya emblemáticos por el parqueo indebido en varios puntos de Popayán, como los aledaños a las plazas de mercado de los barrios Bolívar y La Esmeralda, lugares hasta donde las autoridades de tránsito deberían darse una vuelta con suficientes agentes y varias grúas para imponer el orden. Igualmente, hay que comenzar a vigilar la zona de las calles 4 y 5 en inmediaciones del barrio Valencia. En dichos lugares, ya son recurrentes las quejas ciudadanas sobre mal estacionamiento, en especial de automotores de gran calado que descargan mercancía sin ningún control de horario.

En ese orden de ideas, da risa, y también algo de rabia, ver la proliferación de señales de tránsito puestas allí solo de adorno, y ninguna autoridad que las haga respetar. Proliferan las hileras de carros aparcados al amparo de los avisos que lo prohíben, como hemos mencionado aquí varias veces, y las cebras para cruzar las calles siguen en muchos casos de adorno, porque ni los peatones las usan ni la mayoría de los conductores las respetan. Hay una falta casi absoluta de educación vial y de autoridad, y estas dos dependen la una de la otra.

Pero tampoco se puede culpar a las autoridades de Tránsito ni de Policía de todos estos males, ya que este desorden urbano no lo crearon ellas, ni están preparadas para encararlo de verdad ni con contundencia por su falta de personal y elementos técnicos, que serían ideales para enviar por correo electrónico las fotos de las infracciones y las multas correspondientes. En horas pico, o en arterias siempre congestionadas, la prioridad obvia de los agentes de Tránsito no es poner comparendos, a pesar de las infracciones que se ven a simple vista, sino mirar hacia otro lado para evitar que haya trancones. Las multas y los comparendos están entonces reservados para pequeñas operaciones marginales y a veces intrascendentes. Esto es bueno porque el tráfico fluye, pero malo porque fomenta la impunidad al elegir el que parece el menor de los males.

El municipio debería ser implacable con las nuevas construcciones, especialmente con aquellas de interés social, para que también incluyan espacios de parqueo que sin duda serán necesarios. Si no hay planificación ni autoridad, todo empeorará.