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Lo que sucedió el fin de semana pasado en Bogotá debe dejarnos una profunda reflexión sobre a dónde nos está llevando el actuar inconsciente frente al medio ambiente. Que la capital del país haya llegado a los máximos de contaminación del aire, y que por ello haya debido imponer el pico y placa incluso los fines de semana durante todo el día, no es una situación inesperada; por el contrario, es el resultado de años de actividades contaminantes sin ningún tipo de control.
Pero esta situación no es lejana a lo que sucede en la capital caucana, que pese a considerarse una ciudad pequeña, la calidad del aire que respiramos en ella no es buena, y en sectores como el centro de la ciudad o puntos de alta congestión como Campanario o Bellavista, se pueden palpar preocupantes niveles de smog que sin duda alguna podrían significar una afectación directa a la salud de los ciudadanos.
Y mientras esto ocurre, vemos cómo transitan por las calles de la ciudad blanca, camiones y buses que emiten gases de forma descontrolada, llenando el aire de partículas contaminantes sin que pase nada; o automóviles y motocicletas que transitan sin certificado de gases, o peor aún, con certificados de gases “al día”, a pesar de ser verdaderas chimeneas andantes.
De igual forma, la ciudad sigue siendo testigo de cómo se talan los ya pocos árboles que quedan, en especial por el crecimiento sin armonía que avanza en sus zonas rurales y en el que urbanizadores ilegales, ofreciendo vivienda a la ciudadanía, intentan abrir el cerco urbano para beneficio propio, generando un daño ambiental que a futuro terminará generando situaciones calamitosas en dichas zonas de expansión descontrolada.
Es menester también, revisar a fondo los planes de compensación que se adelantan por la construcción o readecuación de vías en nuestra capital. En tal caso la pregunta es ¿Quién controla estas situaciones?
A veces los ciudadanos pareciéramos no entender la responsabilidad que cada uno tiene con el medio ambiente. Pero también es cierto que existe una total pasividad de las autoridades frente a los mecanismos de control de los agentes contaminantes. ¿Cuándo se volvieron a ver por las calles, por ejemplo, operativos de control de gases de vehículos contaminantes? ¿Quién controla las emisiones de gases de los buses de servicio público de transporte? ¿Cuántas son las multas que tránsito las entidades ambientales imponen quienes no se apegan a la normatividad?
Es hora de poner atención a esta realidad y no esperar a la ya no tan pequeña ciudad de Popayán, llegue a los niveles que hoy vive la capital de la República.
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