Nuevamente el puente deprimido del sector de La Esmeralda, al occidente de la capital caucana se convierte en epicentro para el salvamento de un joven que intentaba lanzarse al vacío. Ya son muchos los casos similares sucedidos en esta estructura desde que fue puesto al servicio de los payaneses.
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), el suicidio es un problema de salud pública, cuyo manejo por parte de la sociedad está rodeado de estigmas y mitos que impiden a las personas en situaciones de riesgo buscar ayuda oportunamente. La prevención del suicidio compete a los gobiernos, la sociedad, las familias y los medios de comunicación.
Las instituciones sanitarias tienen la responsabilidad de elaborar políticas y programas que permitan conocer a fondo la situación de cada región y los protocolos para seguir en estos casos; así mismo, con el apoyo de equipos interdisciplinarios, han de diseñar estrategias que faciliten la intervención y la atención de quienes se encuentran en riesgo.
Para que el entorno de las personas con pensamientos o comportamientos suicidas pueda reaccionar de manera oportuna, es necesario que se difundan masivamente las señales que permitan identificar estas conductas y concebir planes de sensibilización sobre estos temas en las comunidades, los colegios, el trabajo y las familias.
De igual manera, es esencial trabajar en la detección temprana y que se efectúe un seguimiento y acompañamiento a quienes han intentado suicidarse. No menos importante es la orientación que se ha de brindar a los familiares para que conozcan la mejor forma de prestar apoyo. Se requiere, también, que se desmitifiquen las creencias equivocadas alrededor de estos temas.
Los medios de comunicación pueden participar activamente en el trabajo de la prevención, entregando información precisa sobre dónde se puede encontrar ayuda, publicar historias sobre cómo enfrentar situaciones difíciles o pensamientos suicidas, y tener especial precaución con la difusión de suicidios de personajes famosos. En el Cauca, en lo que va corrido del año, más de 12 personas se han quitado la vida y los intentos superan los 50. Las mujeres y los jóvenes entre 15 y 19 años son los grupos más afectados. Los conflictos de pareja, los problemas familiares y las dificultades económicas se encuentran entre las principales causas que influyen en los suicidas.
El suicidio es un fenómeno que se ha estudiado en adolescentes en diferentes países del mundo desde el punto de vista de los cambios sociales, culturales, económicos y tecnológicos recientes. Así pues que campanazos de alerta como lo recientes en Popayán, deberían de motivar análisis sociales enfocándose en entre otros, en aspectos neurobiológicos (predisposición genética), la desesperanza, los trastornos psiquiátricos, el embarazo, elencierro por la pandemia, el bullying escolar (maltrato escolar), el ciberbullying (maltrato cibernético), el desempleo y el consumo indiscriminado de la tecnología a través de la música y los videos como factores de riesgo.
De esta forma, el comportamiento suicida en la infancia y adolescencia debe considerarse una prioridad alta en las políticas públicas de atención en salud, fundamentadas con evidencias científicas y experiencias profesionales reconocidas con relación a la enseñanza, a la investigación y a la asistencia a esta población tan específica porque, además de los impactos individuales y familiares y del riesgo de no alcanzar el imperativo global de la prevención del suicidio, la reducción de la población de niños y adolescentes que podría estar económicamente activa compromete el desarrollo de nuestra comarca.