En la edición del pasado viernes registramos el caso en el que una familia deja a su suerte a sus mascotas, una de ellas con cachorros a los que amamanta. Los animales, pese a que están dentro del solar de un predio, están literalmente abandonados, sin protección y sin condiciones mínimas de sanidad. Los animales, según el video que nos llegó a la redacción, están desnutridos y reciben poco y ningún alimento de parte de sus tenedores.
Inevitable que vengan a la mente imágenes relativas al maltrato animal, como una constante que permanece, a pesar de los avances tanto en la cultura como en la legislación con miras a transformar la vieja idea de que estos compañeros de nuestra especie son meras cosas.
En efecto, desde los inicios de la civilización y con la profusión del derecho romano, entre las figuras heredadas en el Código Civil de 1887 está la denominación como semovientes a las “cosas” animadas que se mueven, esto es, los animales. Tal vez esa visión tan hosca, que habrá influido sobremanera en nuestra forma de relacionarnos con estos seres, a los que por milenios los calificamos como bienes muebles, tal como los describía el texto original del Artículo 658 del Código Civil, ha evolucionado aceleradamente en el último siglo, lo cual han recogido diversas legislaciones, como la nuestra, con la expedición de la Ley 1774 de 2016.
Esta ley, protectora de los animales, les quitó la naturaleza jurídica de cosas, declarándolos como seres sintientes y con especial protección contra el sufrimiento y el dolor, singularmente el causado directa o indirectamente por el hombre, elevando incluso a la categoría de delitos conductas relacionadas con su maltrato, regulando procedimientos sancionatorios de carácter policivo y judicial contra los infractores, con el fin de promover una cultura de buen trato a los animales, basada en el respeto, la compasión, la ética, el cuidado, la prevención del sufrimiento, la erradicación del cautiverio y el abandono, así como de toda forma de abuso, maltrato, violencia y trato cruel.
Pero aún hay mucho camino por recorrer a la luz de la serie de noticias –que podríamos citar– que van en contravía de ese compromiso. Basta con traer a colación la condena contra una persona que le causó la muerte a ‘Canela’, su animal de compañía, en Cundinamarca, tal vez la primera sentencia emblemática en la que fue sentenciado el responsable, mediante preacuerdo, a 12 meses de prisión e inhabilitado por 3 años para tener animales.
Y en nuestra región no cesan los actos de inclemencia contra estos seres, como los que se muestra repetidamente en redes sociales cuando algunos perritos son arrastrados por vehículos automotores. O grotescas imágenes de perros que abandonan amarados en sitios alejados de las ciudades y tantos casos más.
Solo en Bogotá, donde llevan estadísticas, en el 2020 se registraron 10.252 incidentes de maltrato a animales. Son cifras terribles que muestran una profunda insensibilidad contra estos seres sintientes. Ya es tiempo de que seamos más intransigentes contra quienes insistan en seguir tratándolos con la visión del vetusto código civil.