PALOMA MUÑOZ
Docente universitaria
Los jesuitas, después de haber sido expulsados en 1767 del Nuevo Reino de Granada y de las colonias en América, durante el reinado de Carlos III, regresaron al país en 1844. En ese momento apenas se estaban consolidando las instituciones civiles de la recién creada nación. Su regreso se dio porque, en ese instante, Mariano Ospina Rodríguez era secretario del Interior y propugnó para que estos religiosos participaran en la educación secundaria y se encargaran de formar a la juventud en “sanos principios”. Según él, los jóvenes estaban adquiriendo ideas contrarias y andaban descaminados e imbuidos en máximas irreligiosas e inmorales inculcadas desde la época de la Independencia.
Esta idea fue acogida por el doctor Joaquín Mosquera, oriundo de Popayán y presidente de la Gran Colombia, quien a través de su hermano, Manuel José Mosquera y Arboleda, arzobispo de Bogotá, posibilitó el regreso de la Compañía de Jesús en 1844 a la Nueva Granada, que era el nuevo nombre del país. Así, en 1846, el gobierno nacional, presidido por el payanés Tomás Cipriano de Mosquera, pidió de manera autoritaria a los jesuitas trasladar el noviciado que se había abierto en Bogotá a Popayán y dar comienzo al colegio de misiones (para saber que luego tendría que tomar la decisión de expulsarlos).
Pero los jesuitas estaban predestinados a un nuevo destierro. El payanés José Hilario López, siendo presidente de la Nueva Granada, ejecutó múltiples reformas en su administración, como la de otorgarle la libertad a los esclavos, prohibir la venta de los resguardos y ayudar a la política a obtener recursos. El mandatario también hizo modificaciones en materia religiosa para determinar la relación entre la Iglesia y el Estado (recordemos que en el período colonial la primera mantenía un poder político-religioso). En esa época (1848), se formuló, además, el ideario del Partido Liberal y se levantaron voces para la expulsión de los jesuitas. Se pregonaba la separación de la Iglesia y el Estado, por aquello de la libertad de cultos, y se cuestionó la economía de las grandes propiedades rurales de la Compañía de Jesús, lo que finalmente desembocó en su salida del país en 1850.
Los jesuitas regresaron el 18 de febrero de 1858 a Bogotá, provenientes de la Ciudad de Guatemala, donde se habían establecido después de la expulsión decretada por José Hilario López. Para ese momento estaba gobernando el país Mariano Ospina Rodríguez (que cuando regresaron en 1844 estaba de ministro del Interior), quien ahora había tomado posesión del cargo de presidente, el 1 de abril de 1857, y quien volvió a pedir que retornaran para los asuntos educativos.
La insistencia de Ospina Rodríguez (reconocido como el fundador del Partido Conservador) en reafirmar la autoridad del gobierno nacional y destruir a aquellos que se le oponían, llevó a que Tomás Cipriano de Mosquera se levantara en armas y se tomara a Bogotá, el 18 de julio de 1861, ejecutando y enviando a la cárcel a sus opositores. Poco después reafirmó aún más su autoridad con la expedición de una serie de decretos, declarando que, en adelante, el presidente ejercería el “derecho de tuición” (cuidado personal, crianza y educación de los hijos) respecto de todas las religiones. Ordenó también que ningún «alto ministro» podía ejercer sus funciones sin el permiso del presidente. Con estos decretos se refrendó el control estatal sobre la Iglesia y se defendió la separación entre esta y el Estado. El 26 de julio, el general Mosquera decretó la expulsión de los jesuitas, con el propósito de neutralizar el poder eclesiástico en la política y desamortizar sus propiedades.
En 1880, con la llegada al gobierno de Rafael Núñez y su propuesta política de la Regeneración, la cual se plasmó en la Constitución de 1886 y en el Concordato de 1887, los tiempos cambiaron para los religiosos.
Los jesuitas, en el siglo XX, continuaron con su obra evangelizadora a través de los colegios (en Bogotá, Pasto, Bucaramanga, Medellín, Cali, Barranquilla y Manizales) y de la Universidad Javeriana (fundada en 1623). Impulsaron sindicatos católicos (Unión de Trabajadores Colombianos), la misión del río Magdalena y distintas obras sociales, entre las que se destacaron el Círculo de Obreros, el Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP) y el Programa por la Paz.