Dolor de patria

DIEGO FERNANDO SÁNCHEZ VIVAS

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La palabra “terror”, está definida como un sentimiento de miedo o fobia en su escala máxima, causado por algo terrible y espantoso.

Es los últimos días, los colombianos hemos sentido esa sensación en un grado superlativo con el aleve atentado en las instalaciones de la Escuela General Santander, institución en la que un grupo significativo de cadetes se instruyen con miras a ser oficiales de policía. El saldo trágico del demencial y cobarde ataque 21 víctimas y 68 heridos, el responsable del atentado el Eln que con dicha acción pulverizó también la mesa de negociación que se había iniciado en el gobierno anterior y motivó por parte del presidente Iván Duque el levantamiento de la suspensión de las órdenes de captura de los integrantes del equipo negociador del Eln.

No existen palabras para describir el sentimiento de rabia, dolor, impotencia, tristeza y desolación. Condena a tan vil atentado, nuestro acompañamiento y solidaridad a los familiares de las víctimas, castigo ejemplar a los autores del hecho, respaldo a las instituciones y un gran interrogante sobre lo que nos depara el futuro frente a este terrible desafío.

Porque los colombianos teníamos la esperanza de la terminación del conflicto armado con la firma del acuerdo de paz con las Farc, cuyo grupo constituía la mayor amenaza de perturbación del orden público dada su compleja organización, el número de combatientes y su capacidad bélica. Con el Eln se habían iniciado conversaciones e instalado una mesa de negociación que no había podido avanzar por diversas causas, entre otras al no demostrar ese grupo guerrillero con hechos concretos su verdadera voluntad de diálogo liberando los secuestrados en su poder y cesando las acciones violentas. Con este cruel atentado, el Eln cierra las puertas del diálogo y pone al país en un escenario muy vulnerable. Nuevamente volverán la incertidumbre y el temor por dichas acciones. Mientras tanto siguen cayendo líderes sociales en toda la geografía nacional sin que se sienta la eficacia de las medidas que el Gobierno y las instituciones están tomando para detener ese desangre cuya sistematicidad tardíamente acaba de reconocer la Fiscalía.

Realmente no es bueno el inicio de este año con esos hechos que nos desgarran el alma y dejan grandes y terribles interrogantes sobre el futuro del país. Ojalá estas nubes negras desaparezcan pronto del horizonte colombiano, y den paso a una nación en paz y laboriosa, que no merece este sino trágico que parece ensañarse sobre nuestro suelo. Que la Divina Providencia nos ampare.