Doble moral II

FERNEY SILVA IDROBO

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Al cacique Bogotá le estiraban brazos y piernas con cuerdas que estaban atadas a caballos, estos a su vez, empujaban sus extremidades en dirección norte y otros al sur, lo hacían suficientemente fuerte para desgarrarlo pero dejarlo vivo; mientras, los demás aborígenes le traían a los españoles todo el oro posible, así, el monarca no fuese muerto.

Lo tuvieron un tiempo hasta que el oro al igual que la vida del cacique empezó a escasear. En los ojos de los guerreros nativos quedo tallado el momento en que quemaron vivo a su líder; ese dolor los acompaño incluso el día en que escupieron la existencia y el espíritu se encontró con la luz.

La promesa del oro a cambio de la vida no había sido cumplida. ¿Dónde aprendieron a engañar y sobreponer el oro a la existencia, al trabajo y la palabra?

¿A cuál Colombia pertenecemos, a la mala o la buena? Porque no es posible pertenecer a las dos. ¿Hay escala de honestidad?

Los comportamientos recientes nos hacen evocar el saqueo y el exterminio a que fue sometido Colombia y América en general, cuyos hechos no cambian mucho en su proceder delincuencial de lo que vivimos hoy. Ya no es originado de una potencia extranjera, ahora es entre nativos.

Las sanciones fiscales, disciplinarias y penales, en un país lleno de barras bravas y distante del conocimiento y la conciencia de sus actos; se debaten en un campo de batalla donde se desgarran para seguir vivos, dejando entrever que la superior justicia es la que nos conviene, el mejor muerto es el que está lejos, ladrón es el que me roba a mí, pero no a otro; la igualdad existe si lo tengo todo, engaño es cuando habla el contradictor y verdad es mi conveniencia.

En un país que la compra de votos la clasifican de necesaria, la corrupción está en la categoría de obligatoria, la paz en una paloma de parque, la violencia en herramienta del poder y la ética y la moral borradas del diccionario; es muy difícil construir.

¿Qué parte de Colombia representa?, ¿la que deja pasar la ambulancia en el camino, pero enviste con el vehículo al peatón?, ¿el que llega tarde a la fila y quiere ser primero?; o él que es cortés en la calle aunque maltrata a su madre en casa.

¿Cuál Cauca representamos?

La que acepta la cada vez más visible presencia de recursos del narcotráfico, la minería ilegal, recursos públicos y el lavado de activos en las elecciones municipales y regionales.

La que es dubitativa y temerosa, escondiendo una falsa diplomacia que solo denuncia si los delitos son del rival y no de su conveniencia.

La de intereses económicos, que salpican a los mismos actores, con la complicidad de líderes rurales y urbanos, responsables directos e indirectos del hurto de los fondos públicos para saldar campañas y enriquecerse ilícitamente.

Queda una opción, llevar el debate a los mínimos básicos de decencia y recuperar elementos esenciales de discusión, para ello, se debe entender que la vida es venerable, los seres humanos iguales, que deshonrar aún ciudadano sin pruebas es una bajeza; los derechos constitucionales innegociables, los funcionarios del estado recaderos del pueblo, robar  inamisible, la paz obligatoria, la democracia sagrada y el trabajo un derecho.

Hay más de lo mismo en las elecciones regionales, y eso, nos distrae de los problemas reales de la población.

¿Mamá, volverán por el voto los corruptos?

Volverán – dijo – La vergüenza tiene mala memoria.1

1 Gabriel García Márquez.