Por: FERNANDO SANTACRUZ CAICEDO
La etiología de la VIOLENCIA en el Cauca tiene raíces profundas. En el fondo subyacen las luchas inter-tribales precolombinas. Posteriormente, la conquista y colonia españolas, períodos caracterizados por el arrasamiento de pueblos y culturas aborígenes, el saqueo, la fundación de villorios y el establecimiento de instituciones serviles y esclavistas. Las cosmovisiones indígenas, las formas de producción, utilización y distribución de la tierra, sistemas de valores, etc., fueron eliminadas por la cruz y la espada. Los negros cazados y traídos desde África por traficantes europeos, nunca tuvieron derechos. El supremacismo racial imperó, originando sumisión absoluta, desprecio y exclusión que fortalecieron odios y resentimientos contra los ibéricos, razones que unieron a mestizos, indios y negros en la causa independentista liderada por los criollos americanos, quienes quebrantaron sus promesas de tierra, libertad e igualdad de prerrogativas.
La “aristocracia” del Cauca -Mosqueras, Arboledas, Angulos, etc.- fue una clase “parasitaria” dedicada a la explotación servil de sus latifundios, la minería esclavista, el comercio monopólico, la burocracia estatal y el servicio religioso-militar, carente de espíritu industrioso, empresarial, tara heredada hasta hoy. Culminada la gesta de liberación política, caímos bajo la dependencia económica norteamericana e inglesa, resultado del endeudamiento, del afianzamiento de la república señorial, de la implantación del “neocolonialismo latinoamericano”, hasta culminar integrados al “mercado global”. Consecuencialmente, desde hace dos siglos existe copiosa mano de obra desempleada, cesante, sin tierra, sin fuentes de empleo ni ingresos, “hambreada de todo” y con altísimas NBI. ¡El RACISMO causó el rencor social y, éste, exacerbó la VIOLENCIA!, fuente primigenia de las guerras, de nuestro ATRASO que, fusionado a la concentración territorial, su repartición inequitativa, la falta de ímpetu productivo, el desinterés por las posibilidades técnicas, las desigualdades socioeconómicas y el despotismo político, dan cuenta de la situación de miseria que vive actualmente el departamento del Cauca, superada solamente por el Chocó. En Popayán, todos quieren fungir de “doctores”, burócratas, “golillas almidonadas”. Once “distinguidísimos” caucanos han desfilado por la Primera Magistratura estatal entre 1812-1966 (154 años de los 200 de “vida independiente”), durante 19 ejercicios presidenciales, …y, ¿qué le dejaron al Cauca? Jamás se preocuparon por crear industrias a escala, ni agricultura mecanizada, ni ganadería intensiva, ni minería tecnificada, ni explotación pesquera, ni producción alimentaria, ni colonización organizada, ni construcción de infraestructura básica (vías, puertos, aeropuertos, telecomunicaciones, etc.), ni impulsaron la ciencia ni la tecnología. ¡VERUM DOLUM! –¡Auténtico fraude!
Abunda en el Cauca la miseria y, durante los últimos quince lustros, la pauperización se asienta irredimible. Los gobiernos nacional y regional son “autistas absolutos” ante tal problemática y no proponen alternativa viable alguna. ¡No les interesa! Campesinos, colonos, indígenas y afros -amén de la población urbana, desocupada o en informalidad- buscan, angustiosamente, cualesquiera ingresos -legales o ilegales- para saciar sus necesidades vitales inmediatas. Ante la parálisis de la Reforma Agraria decretada por Uribe-Duque, la insensibilidad del gobierno central y las autoridades territoriales, la población menesterosa para satisfacer sus requerimientos mínimos se “rebusca”, fundamentalmente, con actividades informales e ilícitas -cultivo de coca y procesamiento de pasta básica, siembra de marihuana, microtráfico, minería ilegal, vinculación a grupos armados organizados (delincuenciales, residuales, guerrillas, clan del golfo, etc.). La negligencia estatal, parapetada tras el Covid-19, es la causa eficiente de la indigencia general, el hambre y el paro forzoso. Masacres, asesinatos selectivos e indiscriminados de líderes sociales y reinsertados, desplazamientos obligado, vulneración de DD.HH. y DIH, violencia generalizada, etc., no son obra de la casualidad, sino que obedecen a directrices diseñadas y ejecutadas desde el alto gobierno. Las políticas implementadas por los gobiernos “godos” en las épocas de Ospina, Gómez, Urdaneta, Rojas, Junta Militar y Valencia (1946-66) están a la orden del día. El accionar paramilitar y los falsos positivos del Mesías (2002-10), hoy, en el desgobierno de Duque (2018-22), son moneda corriente. Pobre Colombia, pobre Cauca, ¡EL CONFLICTO ARMADO REDIVIVO, REFORZADO!
Nada valieron los Acuerdos de La Habana, ni la corta primavera de paz que vivieron los caucanos. Los espacios despejados por las FARC-EP, por incuria e incapacidad del gobierno, fueron copados inmediatamente por guerrillas, disidencias, narcoparamilitares, delincuentes y toda clase de grupos armados que realizan actividades ilegítimas, expolian, victimizan, aterrorizan y masacran a la población civil inerme y a sus dirigentes sociales, a fin de monopolizar e imponer ferozmente el narcotráfico, la minería ilegal, el tráfico de armas, la trata de personas, la ley del más fuerte, conforme a sus designios. ¡El capital expande y reproduce sus estructuras sangrientamente! Lo experimentado durante el siglo XX se reitera con nuevos desplazamientos de indios, negros, campesinos y colonos de sus tierras y bosques; con la degeneración de comunidades, propiciada por comerciantes, alcoholizándolas, drogándolas, prostituyéndolas, expulsándolas de sus parcelas, sobre-explotándolas, asesinándolas, engañándolas con las mentiras de los politiqueros; asolando irracionalmente ambiente, fauna y flora. Se rumora insistentemente que el desplazamiento acata órdenes para desarrollar grandes proyectos inversionistas en infraestructura general y energética, hidroeléctricas, carreteras, minería, explotación agroindustrial, ganadera y maderera. ¿Aquello que no hicieron en el pasado nuestros once presidentes?
Huyendo de la violencia racista, de las guerras civiles, de los terratenientes y del exabrupto godo-liberal, colonos, campesinos, negros e indios, incursionaron en tierras marginales, en selvas inhóspitas en el norte y oriente del Cauca, su costa Pacífica, el valle del Patía, etc., buscando hacer sus vidas más acogedoras, menos crueles e inseguras. Urge sistematizar experiencias útiles que permitan la reconstrucción del departamento signado por la violencia irresponsable desatada por las pasadas y actuales clases dominantes. Es indispensable luchar por la defensa de la vida, la democracia, la paz y la justicia. Celebramos alborozados la suscripción del “Pacto Caucano por la Vida, los Derechos Humanos, el Territorio y la Paz”, el 10 de febrero de 2021. ¡Ojalá trascienda las meras declaraciones para centrarse en verdaderas acciones! El Cauca no puede continuar viviendo de su pasado “glorioso”, de sus “próceres”, iglesias y museos, procesiones, abolengos y pergaminos. La única solución para superar la VIOLENCIA secular y sus agudas secuelas económico-sociales es crear EMPLEO PRODUCTIVO formal, aprovechar sus inexplotadas riquezas naturales y elegir mandatarios comprometidos con el bienestar colectivo.