Por Donaldo Mendoza
Especial para EL NUEVO LIBERAL
En 1972, el crítico literario José Olivio Jiménez (Cuba, 1926 / España, 2003) elaboró para la Biblioteca General Salvat (No 70) la antología Grandes poetas de Hispanoamérica, desde las lenguas náhuatl, maya y quechua, hasta Pablo Neruda en el siglo XX. Ha sido estímulo para la presente reseña esa “inédita” poesía prehispánica, lo mismo que el amoroso cuidado para su mudanza al español, conservando en buen grado su original espíritu. El propósito, entonces, es dar más importancia a las muestras de versos que a las teorías. Empecemos por esa voz aborigen, cuya temática Miguel Ángel Asturias describió como “pecaminosa, frutal, solar, embanderada de misterios y magia”.
MAYA: Id a dar la alegría de vuestra risa;/ poned bondad en vuestro corazón, porque hoy/ es el momento de la alegría de todos los hombres/ que ponen su bondad en vos.
QUECHUA: Hermosa flor eres tú,/ punzante espina soy yo./ Tú eres ventura hecha vida,/ pesar que cunde soy yo. // Tú eres virginal paloma,/ odiosa mosca soy yo./ Luna de nieve eres tú,/ noche de pena soy yo.
La obra contiene, pues, la muestra de poesía prehispánica y 19 poetas, seleccionados por José O. Jiménez. El espacio obliga a limitar el número de autores y el testimonio poético que los representa. De ese modo, saltamos del mundo aborigen a la primera figura de la poesía hispanoamericana: Sor Juana Inés de la Cruz (México, 1648 – 1695). Hábil y virtuosa en el ritmo y las estrofas, Sor Juana es el barroco conceptista, desde una sensibilidad ya americana, hasta nuestra exuberante naturaleza, que la crítica ha llamado “barroca”. Variados fueron también los temas tratados por Sor Juana.
Hombres necios que acusáis/ a la mujer sin razón,/ sin ver que sois la ocasión/ de lo mismo que culpáis… // ¿O cuál es más de culpar,/ aunque cualquiera mal haga:/ la que peca por la paga,/ o el que paga por pecar?
Entre 1810 y 1825, en pleno proceso de la Independencia, surge en América un movimiento que mira hacia la Francia libertaria de Rousseau: el romanticismo. Sus temas más relevantes son el paisaje, el hombre nativo y la actividad civilizadora de las nacientes repúblicas. José Hernández (Argentina, 1834 – 1886), es de los que mejor interpretan este romanticismo americano. En su Martín Fierro (1872) encuentran lugar temas de hondura universal: el mal, el destino, la desventura…
Y ya con estas noticias/ mi relación acabé,/ por ser ciertas las conté,/ todas las desgracias dichas./ Es un telar de desdichas/ cada gaucho que usted ve. // …he relatao a mi modo/ males que conocen todos/ pero que naides contó.
Para anunciarlo, debo escribirlo en mayúsculas. Me refiero a la primera manifestación auténtica y sincera de la conciencia americana, que se canta en poesía, justo cuando termina el siglo XIX y asoma la modernidad con sus avatares y ansiedades: el MODERNISMO. El colombiano José Asunción Silva (1865 – 1896) lo hace explícito: “este angustioso fin de siglo”. Será el signo espiritual que marcará esta época.
–Doctor, un desaliento de la vida/ que en lo íntimo de mi ser arraiga y nace,/ el mal del siglo…/el mismo mal de Werther…/ Un cansancio de todo, un absoluto/ desprecio por lo humano…
Ese acondicionamiento entre el sentir y el decir sembró de mártires el modernismo, unos porque se suicidaban y otros por “la causa”, como en el caso de José Martí (Cuba, 1853 – 1895).
Mi verso es como un puñal/ que por el puño echa flor… // Mi verso al valiente agrada:/ mi verso, breve y sincero,/ es del vigor del acero/ con que se funde la espada.
Desde lo estrictamente literario, el modernismo es la primera voz americana que con su influencia devolvió las naves, esta vez para redescubrir a España. El autor de este milagro en la tierra es un poeta de Nicaragua: Rubén Darío (1867 – 1916). Genio y mago de la poesía, para decirlo de alguna manera. Con él, el lenguaje poético y la métrica volvieron a ser nuevos.
Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,/ botón de pensamiento que busca ser la rosa… // A vosotros mi lengua no debe ser extraña./ A Garcilaso visteis, acaso, alguna vez…/ Soy un hijo de América, soy un nieto de España…/ Quevedo pudo hablaros en verso en Aranjuez…
Siglo XX. Es el siglo de la madurez literaria hispanoamericana. Despunta con el buen augurio del premio Nobel de Literatura concedido a la poeta chilena Gabriela Mistral (1889 – 1957) en 1945. Hay aún ecos del modernismo en sus primeras obras, pero ya con un lenguaje que da voz a lo coloquial. Su juventud en el magisterio le permitió apropiarse del habla y la prosa popular, que van a nutrir sus versos.
El mar sus millares de olas/ mece, divino./ Oyendo a los mares amantes,/ mezo a mi niño./ El viento errabundo en la noche/ mece los trigos./ Oyendo a los vientos amantes,/ mezo a mi niño.
La vanguardia entra en este costado de América con César Vallejo (Perú, 1892 – 1938), quizá el poeta más original en el español nuestro. En la palabra y la forma –el verso– Vallejo hace trizas el canon convencional. El tono de su voz poética es a la vez intimista y decididamente libre en su expresión.
Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;/ me pesa haber tomádote tu pan;/ pero este pobre barro pensativo/ no es costra fermentada en tu costado:/ ¡tú no tienes Marías que se van!/ Dios mío, si tú hubieras sido hombre,/ hoy supieras ser Dios;/ pero tú, que estuviste siempre bien,/ no sientes nada de tu creación./ Y el hombre sí te sufre: ¡el Dios es él!/ …
Vicente Huidobro (Chile, 1893 – 1948). Su poesía es negación rotunda del principio de “imitación” en el arte. Poeta–mago–dios quiso ser, y se asume como “creacionista”. Lo suyo es un fabuloso mundo que ilumina de imágenes la lírica. No falta en su poesía la irreverencia del humor (¡adiós modernismo!) y la dudosa solemnidad de la muerte.
Mi espejo, más profundo que el orbe/ Donde todos los cisnes se ahogaron. …
O mirar el ojo del tigre donde sueña una mujer desnuda/ …
Que el verso sea como una llave/ Que abra mil puertas./ Una hoja cae; algo pasa volando;/ Cuanto miren los ojos creado sea,/ Y el alma del oyente quede temblando.
Nicolás Guillén (Cuba, 1902 – 1987). Su interés primordial es haberle dado voz al folclor afro en América, especialmente en Cuba. El canto y los tambores le inspiran para escribir versos donde el ritmo (son / música) parece ser el tema central. Otro tema es el sentido solidario inspirado en la revolución cubana.
No sé por qué piensas tú,/ soldado, que te odio yo,/ si somos la misma cosa,/ yo,/ tú.
Tú eres pobre, lo soy yo;/ soy de abajo, lo eres tú,/ ¿de dónde has sacado tú,/ soldado, que te odio yo? …
Pablo Neruda (Chile, 1904 – 1973). Segundo premio Nobel de Literatura concedido a la poesía hispanoamericana. Su obra poética es una sucesión de momentos distintos, desde el amor hasta la épica; pero también el canto a las cosas elementales. Su militancia política en la izquierda le aportó a su poesía la fe en los valores sociales.
Parece ser que el hombre/ atropella el paisaje/ y ya la carretera que antes tenía cielo/ ahora nos agobia/ con su empecinamiento comercial. …
No soy rector de nada, no dirijo,/ y por eso atesoro/ las equivocaciones de mi canto.
El rigor del espacio apenas alcanzó para citar a 10 de los 19 autores que conforman la antología. Por fuera quedan nombres como Manuel Gutiérrez Nájera, Amado Nervo, Enrique González Martínez, Guillermo Valencia (dos colombianos aparecen en la obra), Leopoldo Lugones…