JESÚS ASTAÍZA MOSQUERA
Con optimismo moderado, pero con gran fortaleza, la ciudad de Popayán empieza a tomar un nuevo aire, cuando en ciertos sectores empieza a recuperarse la capacidad de asombro, aquella que le permitió a los antiguos proyectar y levantar una ciudad, su cultura y su economía, -destruida muchas veces-, con el esfuerzo personal y del vecindario, que se esmeraron por hacer, investigar, crear y construir, hasta colocarnos en niveles de preponderancia nacional.
Con la recuperación de la historia, en estos tiempos, hemos empezado a entender la importancia de los que nos antecedieron. Se está rompiendo con el criterio de que añorarlos no es EMBOBARSE en un pasado de pacotilla, sino tomarlos como ejemplo para emular la página histórica de su ilustración, perseverancia y afán de surgir, para que este Popayán, con todas sus costumbres positivas y sus gentes, a pesar del pesimismo y la quejadera, mantenga la pujanza. Obvio es decir, que este cambio, nos toca a nosotros.
Por ello debemos ser generosos en alabar, ponderar, nuestros entornos naturales, con sus ríos y colinas; sus gentes de buen hablar y su decencia; sus fiestas, la comida y sus apegos. Las casas campesinas y las mansiones; los hombres ilustres y los honestos; los gobernantes que hicieron y hacen por este departamento; los campesinos y los citadinos; de nuestros escritores de ayer y de hoy, que están recuperando la imagen de ciudad culta con sus obras maravillosas; de nuestro centro colonial y de las nuevas construcciones y sobre todo de esa reconocida prestancia de ser patojo por adopción o nacimiento y caucano, que sabe de la dignidad y reivindica nuestra identidad para aferrarnos a lo nuestro y unirnos en objetivos comunes de paz y bienestar.
Asombrarnos como GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ cuando escribe sin ningún tapujo en CIEN AÑOS DE SOLEDAD: “muchos años después frente al pelotón de fusilamiento, el coronel ARELIANO BUENDÍA había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. Si hubiera sido alguno de los nuestros que lo hubiera escrito, posiblemente, habríamos pegado el grito en el cielo, la lengua en la tierra y golpes en la mollera, hasta desaprobar: “que talito, dizque no conocer el hielo”, cuando ya lo conocíamos pues lo teníamos a tres tabaquitos del volcán Puracé y los antiguos se remojaban el gaznate en salpicones de ensueño.
Por no reconocer en la comarca muchas cosas sencillas que han sido valiosas y positivas, hemos perdido mucho y tal vez el rumbo. Aquí se celebró la FIESTA DE LAS FLORES un treinta y uno de diciembre de mil novecientos diecisiete, cuando en otras partes estaban en botón y por críticas insulsas y falta de diligencia, se acabaron. En mil ochocientos siete, según el historiador PENAGOS CASAS, la FIESTA DE LOS NEGRITOS, se terminaron, otra vez por las críticas de siempre, en lugar de haberlas mejorado y mantenido, dejando que otras regiones las copiaran y nos dejaran con la cara pintada. Por dárnosla de mucho o por temor o vaya usted a saber, perdimos la capacidad de asombrarnos y asombrar a otros con lo propio, que cuántos réditos nos hubieran reportado en turismo y cultura.
Qué bueno comentar, que aquí en el Popayán, en junio doce de mil ochocientos cuarenta y tres, se realizó el primer vuelo que registra la historia nacional, protagonizado por don JOSÉ MARÍA FLOREZ, ciudadano argentino y avecindado en Popayán, quien apoyado por un sabiosacerdote del SEMINARIO MAYOR, fabricó un globo del que pendía una castilla para emprender un vuelo por los aires pubenenses.
Los preliminares no fueron menos llamativos ante tan riesgoso acontecimiento: el padre al confesarlo le dio la absolución, le puso los santos óleos y prendió la fogata bajo el globo que al levantarse por sobre los techos armó tal algarabía, que las palomas levantaron vuelo y los parroquianos acompañaron el recorrido hasta El Ejido, donde descendió lentamente sin contratiempo alguno. El argentino, por fortuna, no se convirtió en churrasco ni siquiera salió chamuscado. Únicamente olía a lo que huelen los pasajeros por el humo de las busetas o algunos después de las elecciones. Cuando el sacristán se apresuró a contarle al padre, éste en la cocina tomaba agüita de toronjil para la taquicardia.
Hubo otro personaje famosísimo que fue el doctor CARLOS ALBÁN, quien vivía en San Camilo y algunos lo tildaban de loco, -manía que debemos erradicar del todo-, no sé como sacó tiempo para ser médico, abogado, ingeniero, militar, matemático, inventor y periodista. Al doctor ALBÁN, también se le prendió el mechero y entre muchos de sus inventos, de trascendencia universal, fue el globo aerostático de envoltura metálica, -no de pañolón de misa de cinco- como posiblemente fue el anterior globo. El veintiuno de enero de mil ochocientos ochenta y siete, solicitó al Ministerio de Industria de Colombia la patente, que fue concedida por el general RAFAEL REYES, el nueve de octubre de de mil ochocientos ochenta y ocho, mucho antes de que se construyera el famoso ZEPPELÍN.
Qué bueno saber, que hubo grandes empresarios como el señor Jesús Perafán de Almacenes Mil en Popayán antes de llegar el Éxito. Que Metálicas del Cauca de los Jaramillo, compitiera con Metálicas de Palmira, en franca lid. La famosa Ferretería Argentina de los hermanos Hormaza, Cicol, Icobandas, Lacteos Puracé y unas panaderías como la Nueva York y famosas trilladoras que surtían de harina el departamento. Que aquí hubo gente emprendedora en ganadería con grandes lecherías y producción de carne; agricultura, con grandes siembras de cacao, caña de azúcar, trigo y ferias agropecuarias reconocidas a nivel nacional e internacional que desafortunadamente terminaron agobiadas por la inseguridad, la violencia y los paros que vinieron a “parrandiarse” en todo.
Por eso y mucho más, enorme gusto me causó ver en el hermoso Centro Comercial Campanario, -diseñado y construido por patojos-, un grupo de niños, bien arregladitos, venidos de algún pueblo caucano, que guiados por dos profesoras entraron a la simbólica plaza Caldas, donde el surtidor de agua abría espejos en sus ojos ante ese novedoso ícono de Popayán. Algunos niños se sentaron en la alfombra verde a esperar que una de las profesoras llevase el primer grupo a subir por el ascensor y bajar con sumo cuidado por las escaleras eléctricas Una vez bajaron, la otra joven profesora inició el recorrido con el resto. Los niños encantados se pasearon asombrados por tan amplios corredores. Miraron las vitrinas y los prados con flores y más chorritos de agua, anotando en sus cuadernos lo que posiblemente era la tarea.
La felicidad era completa y me contagié de la alegría de los pequeños. Volvieron al punto de partida y en ordenada fila respondieron la llamada a lista. Salieron dichosos y al ratico estaban frente al templete, en el separador de la avenida, merendándose el avío sin dejar basuras en el prado.
Cómo es la vida, mientras los niños del campo felices se asombraban, un grupo de niños de la ciudad, entre sonrisas, los miraban más que extrañados, embobados.
ÑAPA. Felicitaciones a ellas y a los educadores que piensan de esa manera. El ASOMBRO comienza por visitar y creer en lo nuestro.