Alianzas no tan imprevistas…

EDUARDO NATES LÓPEZ

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No es extraño que en política se den alianzas inesperadas. La de Uribe con Pastrana formalizada en estos días con bastante notoriedad, antes que ser extraña, estaba cantada. La campaña del NO al plebiscito que pretendía la bendición del pueblo a la obsecuencia de Santos ante las Farc, la presagió. Las objeciones y críticas que le plantearon al acuerdo de La Habana, cada uno desde su estrado, no fueron iguales pero sí congruentes y movieron la voluntad de los votantes hacia el mismo resultado conocido: Ganó el NO. Y Santos, fue desleal a esa decisión nacional, como lo ha sido con la Constitución, con todos y con todo.

Por eso la contienda electoral de 2018 tiene dos orillas claramente identificadas: En una, los que están del lado de Santos y sus candidatos (Vargas Lleras., Roy Barreras; Galancito; Cristo etc.) defendiendo una paz incompleta, de papel, pagada con sobregiro y concesiones imposibles de mantener, hipotecando el país para alcanzar el Nobel. Y en la otra, la oposición: Los que estamos del lado de la paz con dignidad, con ejercicio de autoridad; de un acuerdo caballeroso, de concesiones pagables y retribuidas. De una patria con futuro, sostenible.

La alianza ya está ensayada. Y es de suponer que no se trata de convertirla en un solo ser, sino de asociarse con un objeto político específico, conservando cada uno sus características, de manera tal que abarque con amplitud puntos de vista de Liberales y Conservadores con Uribe y Conservadores y Liberales con Pastrana, más los militantes de otros partidos y de nuevos grupos, más los independientes. Es decir repasando sus orígenes, respetando las evoluciones y afirmando las posturas que las circunstancias, por demás cambiantes de la vida del país, han obligado a asumir, lo que, a no dudarlo, le da ese espectro multicolor, ya no rojo o azul, por decirlo de alguna forma.

En el caso de Uribe, bien le vendrá retomar las banderas liberales con las que nació a la vida política y cuyo carácter, con certeza, lleva en lo profundo de su ser. La cuna política, como la nacionalidad, no se pierde. Se adoptan con firmeza otras complementarias pero la primera es natural. Es sabido que jamás ha negado su origen liberal. Quizás lo sucedido es que cuando este partido se fue “cargando” hacia la izquierda (hasta llegar a la Internacional Socialista), muchos nos separamos de esa inclinación tan pronunciada. Y ese tamizado lo fue dejando en el centro, pero liberal. Y mirando desde aquí hacia el frente: ¿Quién ha dicho que el ejercicio de la autoridad y el orden es patrimonio exclusivo de la derecha o el conservatismo? Asumir posiciones con carácter; ejercer la autoridad con la firmeza que se requiere, es no solo liberal o conservador. Es un deber del gobernante. Es cumplir con los principios de la Constitución y hasta con el lema del escudo nacional: “Libertad y Orden”. Uribe se caracterizó por eso y no por ello ahora es “conservador”. Y por supuesto, muchos conservadores aprobaron sus posturas firmes y de respeto por los principios y estos, por aprobar ese sano ejercicio y apoyar a Uribe, no se voltearon a liberales. Grave sí, el pecado de los líderes liberales y conservadores que vendieron sus principios a precio de mermelada y cayeron en las redes del “Santismo Regalador y Regalado” de hoy, que arrastra una aceptación nacional del 12%. Y ahora quieren reencaucharse sin purgar el pecado. A lo “Habanero”…

Pastrana hace bien aproximándose a Uribe y aportando la cauda y los criterios que lo acompañan que no son, tampoco, exclusivamente conservadores. Debe recordar que en su elección presidencial un muy importante aporte provino de liberales que apreciaron sus intenciones de pactar la paz, de las que también en ese entonces, abusaron las FARC y tuvo Andrés la entereza de levantarse de la mesa (con silla vacía y todo…).

Queda aún pendiente el difícil acierto de escoger el candidato de la alianza, en lo que, de ninguna manera pueden equivocarse. (O para ser un poco más ácido, volver a equivocarse como en 2010…).