EDUARDO NATES LOPEZ
Variadas reacciones y comentarios, ha suscitado la decisión del gobierno colombiano de acoger en nuestro territorio a 4.000 refugiados afganos afectados por la crisis de su país. Ante todo, vale la pena comentar que ya desde el punto de vista humanitario es justificable. La prensa internacional publicó aterradoras imágenes de ciudadanos corriendo y muriendo en las llantas de los aviones que levantaban vuelo del aeropuerto de Kabul y otras, con mujeres desesperadas, bañadas en lágrimas, entregando sus bebes sin saber a quién, simplemente a cualquier persona que estuviera del otro lado del cerco, pensando tan solo en salvarles la vida, bajo la posibilidad de no volverlos a ver jamás. Sin duda, la solidaridad humana no puede tener miramientos de raza, religión y, menos aún, de tipo político. A partir de este planteamiento, ya va quedando sin razón buena parte de la ciega oposición política en Colombia. Especialmente quienes, con tal de contradecir al gobierno, aunque tengan que pisotear principios elementales de solidaridad y convivencia. No olvidemos que son los mismos organizadores de las incendiarias “protestas pacíficas…”
Por otra parte, al repasar la historia universal, encontramos lógica la tesis de que la población mundial se ha extendido y reubicado creando variadas teorías migratorias (humanas y animales). Y que las migraciones finalmente se convierten en verdaderas fuerzas dinamizadoras de la vida, el mestizaje, la economía y el desarrollo general de la tierra. La colonización de Europa en el continente americano es, pues, un ejemplo práctico y real del efecto de una migración de siglos. Los Estados Unidos, la mayor economía del mundo, deben su pujanza, sin duda alguna, a los migrantes (sin entrar en la discusión de su legalidad). Ellos mismos reconocen esta situación como indiscutible.
Las tragedias traen ese misterioso e inexplicable fenómeno dual de “expulsar” a unos y atraer a otros en busca de oportunidades. Para no ir tan lejos, no olvidemos lo que sucedió en Popayán, con el terremoto de 1983, cuando la fuerza de los ‘advenedizos’ (como absurdamente se les consideraba) se convirtió en un irrefrenable factor estimulante del desarrollo urbano; Y los barrios que en ese momento se llamaron “los asentamientos”, lograron, en poco tiempo, un progreso sorprendente en términos de urbanismo y mejoramiento de condiciones de vida.
Volviendo al tema inicial de los sucesos en Afganistán, vale decir que le tocó al presidente Duque salir en apoyo de la desordenada -aunque valida- decisión del presidente Biden de terminar con veinte años de ocupación en ese país, y cuyo desarrollo ha sido un total desgreño. Al salir se le quedaron no solo los afganos “colaboracionistas”, si no más de 10 mil ciudadanos americanos que no han podido llegar al aeropuerto de Kabul.
Ojalá que la presencia de los 4 mil afganos no sea ‘tan temporal’ como el impuesto del 4 x mil, pues, sin duda, la llegada de estos asiáticos a Colombia está rodeada de otro fenómeno de migración coincidente y mucho más grande, que es el de los venezolanos. Se calcula que son cerca de 2 millones, lo que agrava las preocupaciones. Tal como ha sucedido este hecho y el ofrecimiento americano, será el gobierno Biden quien se encargará de sufragar los gastos de la atención temporal de los asiáticos, lo cual generará un programa de atención especial y de activación del mercado y de la economía, relativamente cuantificable. Qué bueno fuera que de forma similar pudiera valorarse el fenómeno paralelo que han causado los hermanos venezolanos y cobrárselo al sinvergüenza de Maduro. (Aprovecho el diptongo para comentar que en este caso sí no dicen ni mu, los mamertos… Ahí están pintados…)
La ONU tiene fondos especiales constituidos para atender estos fenómenos humanos, y el compromiso institucional y político con sus países afiliados de hacerlo. De modo que la preocupación del gobierno colombiano debe ser buscar la forma de valorarlo y plantearlo clara y oportunamente ante esa y las demás organizaciones internacionales, para no terminar solo, sufragando estos procesos, que, insisto, -desde un punto de vista optimista- no deben verse como una carga sino como una oportunidad, inclusive coincidente con la reactivación económica actual que, según las cifras estadísticas del DANE de la semana pasada, está alcanzando una velocidad muy favorable.