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    Algo sobre el dinero

    VÍCTOR PAZ OTERO

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    Hoy, y tal vez casi siempre, el dinero se ha configurado como un símbolo y como una realidad contundente y aplastante, que muchísimas veces ha sido asociado a lo diabólico y a lo perverso; también se lo asocia con lo que corrompe y adultera, con lo que oscurece cualquier transparencia. Pero a pesar de todo eso, también casi siempre, son muchos quienes lo han considerado como el instrumento de lo maravilloso, como el talismán que posibilita una gran pluralidad de deleites.

    El dinero provoca ansiedad entre los pobres, de manera muy especial entre los pobres de espíritu, pues en el fondo son los que imaginan que lo necesitan para ser y existir, al igual que les acontece a los ricos. Esa necesidad y esa ansiedad resultan equiparable a la que pueden padecer los imbéciles respecto a la inteligencia, pues también son ellos quienes la necesitan. De lo cual se deduce una moraleja implacable e impecable: El dinero es para los pobres así como la inteligencia es para los imbéciles. En ambos casos ellos son los más necesitados de sus equívocos atributos. De tal manera que resulta aconsejable, por pura sospecha ética y estética, no pertenecer a ninguna de esas dos categorías. Es decir no ser ni pobre ni imbécil.

    En este momento no nos interesa ni el origen ni la historia del dinero. Pertenece a lo obvio en casi todas las culturas, las formas de su aparición y de su apropiación. Y por otra parte el asunto es demasiado largo y complejo.



    Digamos solamente que al dinero se le pueden atribuir propiedades alquímicas. Entre otras cosas ha facilitado la transmutación del ser en el tener. Tengo luego existo, es hoy la piedra fundamental y filosofal de la existencia colectiva en el mundo envilecido del capitalismo. El dinero, sin duda ha triunfado. Es el Dios verdadero y triunfador de la sociedad contemporánea. El que más creyentes aglutina. Al que más templos se le han consagrado; solo corrobore cuantos supermercados se construyen cada mes en nuestro mundo moderno. Por eso el triunfo del dinero equivale al triunfo de las cosas sobre el ser humano. Por eso mismo en ninguna parte existe la democracia sino la más rampante y vulgar CONSUMOCRACIA, donde los derechos del consumidor prevalecen sobre los otros posibles derechos humanos.

    Carlos Marx, apoyado y citando a Shakespeare, escribió hace más de un siglo, algo maravilloso que debería incitar a la reflexión: que el dinero o el oro pueden volver blanco lo negro, lo feo lo puede tornar hermoso, al cobarde lo transforma en valiente, al bajo en noble, al viejo en joven. Pues el dinero es la divinidad visible, la divinidad que encarna todas las propiedades humanas y naturales, la divinidad que puede cambiar todo en su contrario. Es la conjugación de las imposibilidades. Es la confusión y la inversión universal. Lo que como hombre no puedo, lo que no pueden mis fuerzas individuales, lo puede realizar la fuerza del dinero. El dinero transubstancia mis deseos, que son meras representaciones, en existencias reales y sensibles. Pero como tal potencia inversora actúa también contra el individuo y contra los vínculos sociales que se dicen esenciales. Transforma la fidelidad en infidelidad, el amor en odio, la virtud en vicio, al siervo en señor, la estupidez en entendimiento. Y lo que es más grave, el entendimiento lo transforma siempre en estupidez.

    ¿No será que por todo esto vivimos y morimos en el más estúpido de los mundos? ¿No será que por todo esto ya nadie quiere ser feliz sino que todos quieren ser ricos? ¿No será que por eso los utopistas y los soñadores de absolutos deprecian a este demiurgo que ha envenenado la vida? ¿No será que por todo esto la gente más rica es la que verdaderamente es la más pobre?.



    Para terminar acabo de recordar una frase de Gabo : “El días que la mierda valga algo los pobres nacerán sin culo”.