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    Terra nostra

    FERNANDO SANTACRUZ CAICEDO

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    “¡Tierra! Pareces buscar algo entre mis manos. Dime, ilustre anciana, ¿qué es lo que buscas?”

    Walt Whitman

    Siempre será necesario invocar iluminados vates, para afianzar nuestras convicciones sobre alguna realidad concreta. Ellos, como nadie, expresan metafóricamente aquello que a los simples mortales se nos dificulta decir. Incontables son los poetas y versos dedicados a la tierra y sus usuarios, “Terra Nostra”, fuente de la vida y la existencia, caudal inmensurable de bienes materiales e inmateriales.

    No indagará esa “ilustre anciana” sobre ¿el porqué de la opulencia, la injusticia, la codicia, la sumisión y la miseria? Dice Marguerite Yourcenar, por boca del emperador Adriano: “Todo campo no cultivado durante cinco años pertenece al agricultor que se encarga de aprovecharlo… nadie tiene derecho a tratar la tierra como trata el avaro su hucha llena de oro”.

    Emulando con el Cesar, proclaman nuestros campesinos: “La tierra es del que la trabaja”, esto es, de aquel que la hace labrantía, productiva, ¡no de quien ostenta un mero registro notarial!




    Desde la conquista ibérica de América Latina hasta hoy, la Cruz y la Espada han sido las armas esenciales para avasallar y envilecer nuestro pueblo. Así lo asevera el Arzobispo Desmond Tutu, premio Nobél de Paz: “Vinieron… ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra… Y nos dijeron: “Cierren los ojos y recen” y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia”. Clero, adelantados, encomenderos y “criollos”, ¿no fueron, acaso, las simientes del latifundismo improductivo? Nos falta aún cercenar la parte putrefacta de esa hondísima raíz. En Norteamérica anglosajona ocurrió algo similar. En la carta enviada por el Jefe Pielrroja Seathal a Washington, sostiene: “El hombre blanco no entiende nuestras costumbres. Para él, una porción de tierra es lo mismo que otra. La tierra no es su hermana sino su enemigo…Su apetito devorará la tierra y dejará atrás un desierto”.

    La tierra, medio de producción excelso, difiere radicalmente de la concentración de riqueza inerte. Adecuadamente distribuida y aprovechada se transforma en manantial de riqueza, equidad y progreso. Lo opuesto conduce a acrecentar las diferencias económicosociales y a estimular los conflictos políticos, raciales y neocoloniales, conllevado inflexiblemente a que los desposeídos del mundo, en todas las épocas y lugares, se rebelen contra la desigualdad existente para mitigar su hambre y sed de todo.

    Versificó Manoel de Andrade: “Yo vengo a anunciar la miel y la espiga, la tierra fértil y dulce y repartida. Yo vengo a hablar del campesino,…de su poncho roto y su colchón de piedra,… de su grito incontenible que en alguna parte se levanta, de su hambre saciada con la sangre de una masacre”. Canto universal confirmado por innúmeros levantamientos campesinos, exaltados por Eduardo Galeano: “La niebla es el pasamontañas que usa la selva. Así ella oculta a sus hijos perseguidos…Pero ellos han sabido refugiarse en la niebla, en el misterio, y de allí han salido, enmascarados, para desenmascarar al poder que los humilla”.




    Pero aún nos queda el porvenir y, éste, sólo depende de nosotros, de nuestra acción organizada y decidida. Así nos lo enseñan los profetas Thiago de Mello, el soñador, cuando ordena: “Queda decretado… las ventanas deberán permanecer el día entero abiertas para para el verde donde crece la esperanza”; y, el intérprete, Ernesto Cardenal: “Dios ha dicho: He aquí que hago nuevas todas las cosas. Y ésa es la reconstrucción”; y, el intuitivo, León Felipe: “En el reino de la semilla y de la noche, esperando… esperando a que broten de nuevo la espiga, la aurora y la conciencia”. ¡Terra Nostra: te liberaremos para redimir nuestra indigencia!