Ser niño en Colombia: sueños blancos y alas rotas

CAROL ORTEGA

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Con dolor de madre, de mujer y de caucana me sobrecoge lo que está sucediendo con nuestra niñez en el país y en el departamento. Las últimas estadísticas nos muestran una realidad de violencia y abusos, cometidos en la mayoría de las veces en los entornos familiares de los menores. De acuerdo a la ONG Save The Children los colombianos ocupamos el deshonroso cuarto lugar en todo el mundo en homicidio de niños. Esta cifra, debería estremecer incluso a los corazones más duros.

Y es que pareciera que el bienestar de los niños no ocupa un lugar importante en nuestra sociedad. Evaluando nuestra vida cotidiana, en las calles colombianas –y caucanas- podemos observar una realidad a la que muchas veces le damos la espalda o que pretendemos ignorar: la de los infantes trabajadores que en lugar de vender flores o golosinas en los semáforos, deberían estar formándose como los demás niños de su edad, en centros educativos, acogiéndose a uno de los derechos fundamentales del ser humano, el de la educación. De acuerdo al Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, en el país hay más de un millón de menores trabajando en actividades relacionadas con el agro, la ganadería, el comercio, las manufacturas, etc. Como si esto fuera poco, centenares de bandas delincuenciales utilizan menores de edad para delinquir, como si nuestros niños fuesen carne de cañón con el único fin de llenar los bolsillos de sus líderes con dinero sangriento. En el año 2016 fueron detenidos más de 17.000 menores por diversos delitos y de ellos, más de 300 estaban involucrados en asesinatos.

Como podemos ver, el panorama de nuestra niñez es realmente desconsolador. Pero, no podemos quedarnos solamente con esta triste mirada. Ante todo, debemos proponernos acciones que partiendo de cada uno de nosotros, ayuden a cambiar esta triste situación, pues de seguir así no tendremos futuro como sociedad.

La primera acción que debemos exigir al Ministerio de Educación Nacional y a las Secretarías de Educación Regionales, es la garantía de una educación seria, continua y responsable en el tema de la sexualidad. La mayoría de niños deberían nacer fruto del amor y no de accidentes relacionados con el desconocimiento de la sexualidad y de las responsabilidades sociales y familiares. Si nuestros hijos son fruto del amor y de la planeación en pareja, sin duda crecerán con todas las atenciones necesarias, serán amados y educados hasta su edad adulta, cuando puedan desenvolverse por sí mismos.

Pero, para alcanzar la meta anterior, también es necesario generar condiciones de vida más dignas para las familias caucanas. Los padres debemos tener acceso a empleos estables y tener igualdad de oportunidades en el mercado laboral, con el fin de que podamos conformar hogares donde se brinde a nuestros niños todos los elementos para que crezcan emocional y socialmente sanos. A esto se suma la necesidad de consolidar familias con altos valores éticos y morales que puedan brindar elementos formadores para una niñez sana e integral.

La responsabilidad del estado colombiano ante este problema es inmensa porque ante todo, debe crear políticas públicas que beneficien a la niñez ofreciendo el acceso a la educación básica gratuita, a la salud, a la prevención de la violencia intrafamiliar y el abuso sexual, a la explotación laboral, etc. Además los educadores y sobre todo nosotros como padres, debemos propiciar en los niños una formación integral en el espíritu de la democracia y en el ejercicio responsable de sus derechos y obligaciones.

Desde hace muchos años escuchamos que los niños son el futuro de la familia, del país y del mundo. La verdad es que los niños no son el futuro sino el presente de la sociedad y ahora mismo nos están tendiendo la mano para que los ayudemos. La escritora chilena Gabriela Mistral afirmó: “El futuro de los niños es siempre hoy. Mañana será tarde.” Como madres, padres y ciudadanos jamás debemos ignorar los padecimientos de nuestra infancia que vive un presente doloroso al que no se le ve una solución a futuro, a menos que cambiemos nuestro panorama de modo estructural. Casos atroces como el de Sarita en el Tolima o el de los dos niños y su madre asesinados en la vereda La Milagrosa, de Inzá, por su propio padre, deben hacernos re pensar nuestro papel en la sociedad colombiana y alzar la voz por la infancia, exigiendo la construcción de un entorno mejor.

El poeta Gibran Kahlil Gibran escribió: “Protegedme de la sabiduría que no llora, de la filosofía que no ríe y de la grandeza que no se inclina ante los niños.” Esta máxima debería estar inscrita en los corazones de todos los caucanos.