¿Regresa el terrorismo?



FERNANDO SANTACRUZ CAICEDO

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La sangrienta arremetida terrorista del cartel de Medellín fue enfrentada por el gobierno del Presidente Barco (1986-90). Fueron pan diario: asesinatos de policías, jueces y magistrados; procuradores, periodistas y candidatos presidenciales; dirigentes políticos y empresariales; líderes cívicos, campesinos e indígenas; civiles inermes y defensores de derechos humanos; bombas; aniquilamiento de la Unión Patriótica; declaratoria de inconstitucionalidad del Tratado de Extradición Colombia-EE.UU.; nombramiento de gobernadores militares. Concomitantemente, acciones de la insurgencia, secuestros, extorsiones, boleteos, emboscadas, paros cívicos, tomas de poblaciones, marchas campesinas, etc.

Todo denotaba en profundidad la crisis económica, política, social e institucional que atravesaba Colombia. Se expidió el Estatuto de Defensa de la Democracia (“antiterrorista”) -1988, conjunto de severas medidas encaminadas a reestablecer y preservar el orden público y la paz en el territorio nacional.

La extrema derecha creó las “cooperativas de autodefensa campesina”-Convivir-, durante la gobernación de Álvaro Uribe en Antioquia, que luego degeneraron en las en las “Autodefensas Unidas de Colombia -AUC” (organización criminal patrocinada por latifundistas, empresarios agroindustriales y narcotraficantes).

El ataque perpetrado el 17/I/2019 con un carro-bomba contra la Escuela General Santander dejó un saldo trágico. En stricto sensu, fue un asunto de inseguridad estatal. Qué pretendía esa organización con el atentado: ¿Obligar al gobierno a continuar las negociaciones de paz, endurecer su posición, o cortar los diálogos? Inmediatamente, el Fiscal General “informó” por los mass media las causas del hecho, los autores materiales e intelectuales (Eln).

Colombia es un país de falsías y engaños. Así lo demuestra la reciente acometida terrorista al Centro Andino: ¡su “autor material” fue liberado; era inocente! Con semejante línea de conducta, lo más sano es dudar.

La incapacidad física-militar para golpear contundentemente al Estado origina la acción terrorista. Como táctica militar, el terrorismo lo ejercitan grupos débiles que pretenden inclinar a su favor una situación política coyuntural y la correlación de fuerzas existente, proyectando inseguridad sobre los ciudadanos. Su razonamiento central es el terror, reflejado en la desproporción entre el pánico que consigue infundir, los daños materiales menores que inflige y su poder real. Su objetivo, inducir al adversario a extralimitarse en el uso de la fuerza, pues mantiene invariable la infraestructura humana, material y tecnológica, ocasionando cambios políticos y militares ventajosos. Su mecanismo, provocar al enemigo -sin eliminar ninguna de sus armas o posibilidades-, para que replique desmesuradamente mediante alardes de seguridad, exhibición de fuerza, persecución de individuos y grupos, etc.

Los Estados modernos fundan su legitimidad en el propósito de mantener la tranquilidad pública exenta de violencia. El terrorismo aspira alterar el equilibrio político del poder y

desafía al Estado a probar su capacidad de defender a los ciudadanos de la brutalidad política en cualquier tiempo y lugar. Más que la destrucción material, juzgamos instintivamente al terrorismo por su impacto emocional. En un Estado políticamente violento -Colombia-, la acción terrorista causa menor perturbación pública que en otro pacífico – Suecia.

El Estado procura infligir daños materiales trascendentes al terrorismo, aminorar su capacidad de contraatacar suprimiendo sus opciones y armas más temibles. La principal fragilidad del terrorismo radica en que el Estado goza de plena libertad para determinar y escoger los dispositivos para eliminarlo.

La lucha antiterrorista exige: i) operaciones encubiertas del Estado contra el tejido terrorista; ii) discreción de los medios para evitar la publicidad a las acciones terroristas; y, iii) liberación del miedo por parte de los ciudadanos y evaluación del terrorismo en su auténtico alcance. Si cunde el temor en nuestras mentes, los medios y el Estado reaccionan desproporcionadamente y vence el terrorismo. Si Liberamos nuestra imaginación del pánico y respondemos equilibradamente, los terroristas fracasan. ¡Apoyemos las marchas antiterroristas!