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    Qué vergüenza con don Arturo…

    EDUARDO NATES

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    Definitivamente, hablar largo y bien no es para todo el mundo. Hay que ser muy canchero para, en una charla formal o informal, o en una clase y más en un discurso político saber comenzar; por dónde seguir; y cómo y cuándo terminar. Y, lamentablemente, ese don no acompaña al candidato a la gobernación, Víctor Libardo Ramírez, patrocinado pomposamente por la casa liberal que preside en el Cauca el senador Luis Fernando Velasco y otros grupos políticos de similar categoría.

    Los “chats,” que se volvieron virales el fin de semana pasado, en los que el exalcalde Ramírez, haciendo gala de una imprudencia monumental, rememora una supuesta charla íntima suya, hace ya varios años, con el reconocido empresario colombiano Arturo Calle, le han dado la vuelta a Colombia en pocas horas. Y, por supuesto, los comentarios de don Arturo ante esa afirmación se han tornado en demoledores. En mi caso, sentí vergüenza ajena -como muchos caucanos-…

    No soy propiamente admirador del abogado Víctor Libardo. Recuerdo muy borrosamente su alcaldía, gracias a Dios, aunque sí tengo en la memoria que por allá en 2004 ó 2005, escribí una columna crítica a alguna decisión suya y no tuvo inconveniente en reclamarle airadamente al director del periódico de entonces, el haber permitido la publicación de mi escrito. Decidí no volver a ocuparme de su gestión. El siguió gobernando hasta el final de su periodo (2007) y yo seguí escribiendo hasta ahora. Debo reconocer, sí, que creo que su mandato no estuvo rodeado por los escándalos con los que concluye la frustrada ilusión del hoy saliente.




    Naturalmente, quien se sube a una tarima abierta para ofrecerse a dirigir los destinos del departamento del Cauca, se convierte en centro de observaciones, consejos, objeciones y críticas de la opinión pública y por eso salgo de nuevo a expresar mi opinión.

    Por supuesto, como muchísima gente de esta región, tengo enorme vergüenza con don Arturo Calle por la supuesta “remembranza” del candidato, reduciendo a ese nivel tan denigrante, las decisiones gerenciales de uno de los empresarios emblemáticos de este país, que por fortuna cree en Colombia y lo demuestra a diario, en toda la geografía nacional. Las expresiones del reconocido industrial en la grabación están en un tono de indignación perfectamente comprensible. Y en medio de su molestia llama la atención a los electores para que: “…se fijen muy bien por quién van a votar”… Y agrega: “… El Cauca y Popayán no se merecen un candidato de esa bajeza y de esa categoría…”.

    Si de algunas cualidades debe estar revestido un gobernante (y obviamente un candidato) es de prudencia y tino para decir las cosas. Y tengo la impresión de que estas virtudes ni se compran ni se venden. Vienen con el ciudadano “de nación”. Quizás podrán madurarse y moldearse con la vida, pero deben venir en el estuche…




    Como en esta época electoral todo tiene interpretación política, debo manifestar que este comentario no significa apoyo electoral velado a otro de los candidatos. Si de ello se trata, diría desde el comienzo que dentro de los candidatos a la gobernación está Jesús Enrique Piñacué, por quién tengo especiales respeto, afecto y gratitud. No trae politiqueros detrás queriendo manipularlo y comprometiendo anticipadamente “la contratación”. Tiene suficiente entidad política. Ha hecho su ya larga carrera en este oficio con base en sus planteamientos propios (que comparto muchos) y su palabra inteligente; y jamás ha estado cerca de actos de corrupción. Además, fue gran apoyo y firme aliado en la gobernación de mi amigo Negret. Jesús Piñacué, el hijo de Calderas y de don Victoriano, como gobernador, le daría gran lustre a ese cargo, con la simple transparencia de su vida, y su aversión por las camarillas que se apropiaron de las otras campañas. Por eso votaré por él, en compañía de selectos amigos que conservo.

    Volviendo al candidato Ramírez, (que confesó su ligereza en ética y prudencia), durante las semanas que quedan de campaña, tendrá que “enchuspar la lengua” y moderar sus discursos con mucho esfuerzo, si no quiere que esos comentarios desatinados le sigan costando tan caro como parece haberle salido este resbalón con semejante personaje de talla más que nacional.