¿Qué diría Jaime?

ANA MARIA RUIZ PEREA

@anaruizpe

A veces la vida se porta bien y nos regala coincidencias magníficas para deducir la dimensión que tienen cosas aparentemente aisladas. Esta me acaba de suceder. El miércoles 20 de febrero se conmemoraron 40 años de fundación del Colegio Unidad Pedagógica, el colegio donde han estudiado mis hijas y al que mi vida está ligada desde hace 20 años.

La hoja de ruta de ese colegio, que es mi colegio por extensión maternal, se llama Proyecto Político Educativo Institucional, y la segunda palabra no es un adorno. Es político porque entiende que su labor es formar ciudadanos y ciudadanas empáticos que además de aportar, protejan la sociedad en la que estamos inmersos, sin retórica. Como dijo un exalumno emocionado en el acto de los 40 años del colegio, “aquí no hay exámenes ni copialinas porque nos enseñaron que el peor camino es el de engañarse a uno mismo”.

Para Jaime Carrasquilla Negret, fundador, espíritu y nodo del colegio, “el proceso educativo es, sencillamente, un proceso fundamentalmente político”. Los alumnos de la Unidad votan cada vez que hay elecciones en Colombia; discuten posiciones y asumen posturas. En el modelo educativo por “proyectos” las materias del pensum se estudian a través de un tema central del año lectivo, elegido por consenso entre los estudiantes, y hacia ese proyecto los estudiantes y los profesores llevan sus esfuerzos académicos, en matemáticas como en sociales, en música como en biología.

Pero hablaba de las coincidencias. Ese mismo día del cumpleaños del Colegio Unidad Pedagógica, un Representante a la Cámara del partido de gobierno radicó un proyecto de ley para erradicar de las aulas escolares cualquier debate de la política. Según dice el tal proyecto, se prohibe “realizar proselitismo político dentro de los planteles educativos, o usar asignaturas no relacionadas con las ciencias sociales para incitar discusiones políticas”.

¿Qué diría Jaime Carrasquilla de semejante esperpento? La respuesta es clara para todos los que tenemos relación con el colegio, exalumnos, padres de familia, directivas y alumnado, sin que medie discusión mediática sobre el tema. Ese proyecto de ley es aberrante.
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Cuando en 1996 la guerra nos asolaba, y hay que ver lo que faltaba por venir, Jaime Carrasquilla no solo movilizó al colegio en el referendo de los niños por la paz, sino que decretó al colegio como “Territorio de Paz”. Han pasado 20 años y el mensaje sigue ahí, el colegio se autodenomina constructor de paz porque el compromiso de formación de ciudadanía libre y crítica es una columna de ese proyecto político. Educativo, claro está. Pero ante todo, político.

No nos pueden venir a decir que no se puede formar hijos con la mente abierta. Que no tragan entero. Que tienen herramientas y las suficientes preguntas en la cabeza para afrontar un mundo en el que es tan difícil encontrar respuestas. El hecho de que las sanciones de esa ley solo aplicarían para la educación pública no calla nuestra indignación como colegio privado. No queremos una sociedad que intente hacer de las escuelas cuarteles de niños que no se preguntan por la razón última de las cosas.

Intentar arrebatarle la discusión política a la escuela es propio de extremistas. En el Brasil de Bolsonaro se decretó la Escuela sin partido, una especie de ley mordaza para los profesores. Lo mismo sucede en Venezuela, donde los profesores exigen la libertad de muchos de ellos presos por “adoctrinar en contra del régimen”. Todos los déspotas del mundo sueñan con una sociedad uniformada, y para lograrlo echan mano de los niños para intentar bloquear, desde la infancia, la incómoda libertad de pensamiento.

“El proyecto que radicaré esta semana busca que a los niños no los politicen. No les inculquen ideas ni de izquierda ni de derecha”, dice el representante centro democrático que radicó el adefesio. “Solo decimos que los docentes de Español, Matemáticas o Biología no deben hablar de política sino que deben enseñar lo que les corresponde”. Compartimientos estancos, como si la matemática no hablara de política, como si la biología o la literatura no estuvieran inexorablemente vinculadas a la política. ¿Cómo se aborda a Darwin sin un debate político? De paso, si pretenden erradicar la ideología de los colegios, ¿van a quitar la enseñanza católica, ideológica hasta la médula?

¿Qué diría Jaime Carrasquilla ante este proyecto de ley? lo que siempre dijo, que “el proceso educativo es, sencillamente, un proceso fundamentalmente político. Los niños y niñas y los jóvenes que asisten al sistema escolar están preparándose para vivir en sociedad, es decir, para convertirse en ciudadanos que, como tales, tienen derechos y deberes del orden individual y colectivo”. No hay acto más político que el compromiso de formar ciudadanía libre, consciente de su yo político. No nos vengan con aspiraciones fascistas, que somos muchos los que no lo permitiremos.