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    ¡Qué contrastes…!

    EDUARDO NATES

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    Se está tornando crítico el asunto de la violencia en el futbol. Y no me refiero específicamente al juego brusco en la cancha, entre los 22 deportistas -habría que involucrar a la terna arbitral, también-. Quiero hacer referencia al fenómeno de la agresividad de las barras de aficionados, que cada vez se muestra más peligroso y está tocando diferentes niveles y estamentos de la sociedad.

    Lo hechos de días pasados en la ciudad de Cali son lamentables, vergonzosos y dejan ver la peor cara de la enfermedad en que está cayendo la juventud aficionada a este deporte, indiscutiblemente, el más popular del mundo. Es increíble que el grado de degeneración haya llegado hasta el punto, según dicen, que a muchos de los jóvenes que han caído en este abismo les atrae más pensar a quienes o a cuantos adversarios van a herir, que cual va a ser el marcador del juego o si su equipo va a ganar…

    ¡Ver (por televisión, obviamente, pues da mucho miedo meterse a un estadio) esas imágenes de muchachos drogados y enajenados, persiguiendo a otros de su misma edad, armados con cuchillos de carnicería, hasta lograr clavárselo en el estómago o el pecho, simplemente porque portan una camiseta del equipo contrario, es aterrador… es diabólico! No olvidemos que hace un par de años, mataron a una bella joven bastonera, porque llevaba el uniforme –si no estoy mal- de Millonarios. Y son innumerables e inenarrables los absurdos que ocurren en este campo. La policía no pudo controlar esa masa enloquecida de asesinos y resultó impresionante ver y oír las declaraciones del alcalde de Cali, completamente desencajado por lo que acababa de ocurrir en su ciudad.

    Inclusive, no estamos hablando de que eso ocurra solamente en Colombia. No. Sucede igual o peor en países supuestamente más desarrollados y educados que el nuestro. Por eso los gobiernos, las organizaciones internacionales y todos quienes tengan alguna relación con el asunto van a tener que estrujarse la imaginación y realizar los estudios psicológicos y sociológicos a que haya lugar con el fin de encontrar causas y tratamientos para esta enfermedad social catastrófica.

    No puede desconocerse que hay algunos intentos de disminuir la violencia y tratar de aportarle alguna decencia al juego, en una figura que han bautizado como “fair play”, que quiere decir, más o menos, “juego justo” -o caballeroso-. Pero está direccionada, principalmente, a lo que sucede en la cancha. A lo mejor habrá algunas opciones de extrapolar estos esfuerzos a las graderías y a las barras de aficionados. Pero lo que estamos viendo ahora es que la cosa va de mal en peor.

    Pero, por otro lado, sorprende que el mal esté recayendo principalmente en el futbol y no tanto en otros deportes. Vale la pena contrastar lo anterior con lo que sucedió en el Giro de Italia, competencia que nos mantuvo a los aficionados al ciclismo en todo el mundo, tres semanas frente a un televisor desde las seis de la mañana, para ver a nuestro inigualable canciller, Nairo Quintana, derrochando valentía, inteligencia, fuerza, gentileza y caballerosidad por doquier, con esa humildad y sencillez de los hombres verdaderamente grandes y valiosos. ¡Qué lección de decencia fue verlo abstenerse de atacar, cuando se enteró de que su principal rival en la carrera, el genial y “monstruoso” ciclista holandés Tom Dumolin, estaba sufriendo un ataque estomacal que lo hizo salir de la competencia por unos minutos! Todos los aficionados nos dimos cuenta del “frenazo” que le imprimió a su carrera, mientras esperaba que su rival volviera a “encaramarse” en su bicicleta. Cuando Nairo supo que Dumolin estaba nuevamente en competencia, retomó sus “clases de ciclismo” a nivel mundial y pudo apropiarse de la camiseta de líder de la carrera.

    ¡Gran paradoja!: Produce mucho orgullo saber que ese hombre menudito y sencillo, capaz de luchar en una bicicleta de tal manera que sorprende al mundo, es nuestro paisano representante a nivel mundial, así como produce vergonzoso escalofrío saber que esa horda de asesinos enloquecidos en un estadio, también son colombianos…