Estamos hechos de agua. En nuestra composición física, el agua se destaca en su cantidad e importancia: el 70% del peso corporal corresponde a ese compuesto vital formado milagrosamente por los elementos hidrógeno y oxígeno, sin el cual difícilmente alcanzaríamos a sobrevivir 5 días. Esto significa que la humanidad pende de un hilo y que uno de los factores importantes de la riqueza de las naciones es el agua. Por fortuna, Colombia es millonaria en litros de agua que afloran desde unas montañas majestuosas, en abundancia para formar ríos, quebradas, lagos, lagunas, ciénagas y cauces freáticos, que estratégicamente situados en la geografía nacional se encargan de proveernos agua y mantenernos con vida. Pero ¿qué agua consumimos?
Desde la antigüedad, el hombre se ha preocupado por asentarse cerca de las fuentes de agua, captarla, conducirla, a veces cientos de kilómetros, y consumirla. Hay varios vestigios de acueductos importantes en el mundo: los de Asiria, Egipto, Grecia, Arabia y Roma, algunos de ellos luciendo 2300 años de existencia, y otros, como el de Apulia, todavía sirviendo a 260 pueblos italianos, dispersos en 2670 kilómetros de longitud. La majestuosidad de estas obras de la ingeniería civil nos recuerda hoy la trascendencia que tiene el agua en la preservación de la vida. Entonces, no entendemos por qué nos hemos descuidado los ciudadanos en vigilar nuestros acueductos y demandar siempre la producción de un agua potable de excelencia.
Localmente, disponemos de tres acueductos cuyo orden de aparición fue: Tulcán, El Tablazo y Palacé, con fuentes de captación en los ríos Molino, Las Piedras y Palacé, respectivamente, todas ellas, con fortuna para los que habitamos esta villa, con buena cantidad y calidad de agua, lo cual ha logrado, en contravía del devastador trabajo del hombre, seguirnos suministrando hasta el momento, un agua potable en la que podemos confiar hoy, pero que sólo desde hace aproximadamente tres años, en uno de estos acueductos se adquirió la moderna tecnología de “control en línea”, que la hace confiable.
Debemos agradecer a los ingenieros Leonardo Orozco, exgerente, y Mauricio Ramírez, director de producción, de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Popayán-EAAP-, habernos aportado su visión técnica hacia un servicio público que, dada su vital importancia, debe ser siempre impecable. Es increíble que la EAAP se haya demorado tanto en dar un paso tecnológico que facilita poder hacer durante 24 horas diarias, un monitoreo continuado de las principales variables físicas y químicas que nos preocupa mantener dentro de la norma: turbiedad, pH, contaminación y residual de cloro. Antes, es decir de tres años hacia atrás, este control se hacía manualmente en la planta de El Tablazo, lo cual dependía en mucho de la experiencia, disciplina, responsabilidad y agilidad del técnico de turno, pero también, de la calidad visual del mismo, no obstante, el apoyo de las pruebas del laboratorio. Hoy, este problema está subsanado allí, pero aun no se resuelve completamente en las plantas de tratamiento de Tulcán y Palacé, aunque sé, de buena fuente, que están avanzando en el camino correcto.
Sin embargo, no sucede lo mismo en los otros 41 municipios del departamento del Cauca en donde impera el método manual, la capacitación de los técnicos no es buena, la exigencia de los alcaldes y secretarios municipales no existe, los laboratorios son pobres y, como si fuera poco, la misma norma nacional no los obliga. Sabemos que Emcaservicios empezó la tarea con sólo 13 municipios. ¿Y el resto?
Lo expuesto indica que, cuando acabe el proceso, los caucanos podremos tomar agua con tranquilidad frente a los parámetros físicos y químicos más importantes del sistema de potabilización del agua, si hay un adecuado mantenimiento de equipos, pero ¿qué pasa con los indicadores microbiológicos, que NO son medidos por el “control en línea”? La presencia de bacterias como E.coli y parásitos como Giardia lamblia no son permitidos por la resolución 2115 de 2007 de los ministerios de Protección y Vivienda, y en cualquier momento pueden aparecer en las líneas de conducción de los acueductos e incluso en las redes de distribución urbanas, cuando hay fugas y contaminación. Dadas las repercusiones que estos microorganismos tienen en la salud pública, recomiendo que la frecuencia de este tipo de control debe intensificarse y vigilarse.