Procesos. aprendizajes y perspectivas

RODRIGO SOLARTE

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No hay procesos estáticos. Lo lento puede acelerarse intempestivamente cuando del quehacer humano se trata. Se da también en y con la naturaleza.

Los círculos viciosos en la sociedad colombiana, guerra-paz, paz-guerra, hacen parte de la historia que se desea transformar. La acumulación de crisis que los seres humanos hemos propiciado, es transformable por los mismos gestores.

Los grupos sociales se organizan, crecen y desarrollan sus perspectivas, de acuerdo a los intereses que consideren vitales, para ellos, o todos los integrantes de la sociedad.

Los colombianos, como habitantes en las diferentes regiones, tienen intereses, comunes unos, y diversos otros. El centralismo, mental y geográfico ha marginado la periferia y se resiste a construir país compartiendo derechos.

La pluralista, multiétnica, pluricultural y democrática Constitución del 91 en su momento, instituyó la paz como un deber y derecho de obligatorio cumplimiento, en el marco estructural del Estado social de derecho a construir, asumiendo en lo económico, el Neoliberalismo con las consecuencias sociales globalizadas que muchos pueblos se resisten a continuar aceptando como políticas de Estado.

La Minga, sinónimo campesino de solidaridad, término seguramente desconocido por mucho citadino de los diversos estratos sociales, hoy, ya es conocida, alabada o vilipendiada por razones que integran las históricas luchas por la tierra y sus familias, hasta la dignidad que como seres humanos colombianos, todos tenemos.

Las ciudades capitales del suroccidente colombiano, conectadas por la vía panamericana, utilizada permanentemente por los compatriotas de la ciudad y de los campos para sus relaciones comerciales y espirituales, es estratégica por la circulación de los intereses cotidianos de las diversas comunidades, diferencialmente tratadas por las políticas impulsadas.

En la lucha por la sobrevivencia e intereses, las comunidades indígenas y campesinas con los desplazados al margen de las cabeceras municipales y ciudades capitales, han desarrollado sus organizaciones, gremiales, comunales, culturales, productivas y políticas, las cuales aspiran PACIFICAMENTE, sin el uso de armas u otros instrumentos bélicos, adelantar procesos con las instituciones nacionales y regionales, que les permitan seguir aportando y recibiendo beneficios, hasta hora, ofrecidos en acuerdos firmados pero no cumplidos por los gobiernos.

Cercana la celebración de la Semana mayor de la religión que más ha influido en los principios y valores de convivencia entre los seres humanos, aspiramos, que los pasos dialogados y acuerdo de los procesos a los cuales se llegue, se haga, sin convertir a la Panamericana, en un calvario del suroccidente colombiano, con más cruces, que las ya sembradas por la guerra.

La transición de la sociedad colombiana hacia la paz, hoy es mayoritaria, pese al triunfo del NO por 50.000 votos en el plebiscito por los acuerdos Gobierno-Farc-Ep para entregar condicionalmente las armas.

El retroceso de tal proceso, puesto en franco riesgo por interesados de que ello suceda, pero desinteresados por la verdad que saldría a flote y la Reforma agraria integral con maneras alternativas de productividad, ya está en la agenda para las próximas elecciones departamentales y municipales.

La lucha civilizada de ideas y propuestas, en el marco de continuar desarrollando nuestra civilista constitución, tan participativa en sus orígenes y ahora enriquecida por la dejación, así sea parcial, de las armas, mejorará las perspectivas de la Colombia que seguimos soñando.