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    ¿Por un país al alcance de los niños?

    ELIZABETH CASTILLO GUZMÁN

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    Dice la sabiduría popular “que escoba nueva barre bien” Así que durante los años noventa tuvimos la sensación de que estrenábamos país. La constitución de 1991 representaba la cuota inicial de una nueva época, y por esa razón durante los siguientes años se produjeron importantes propuestas para el nuevo milenio.

    En septiembre de 1993 el entonces presidente César Gaviria, convidó a Fernando Chaparro, investigador en ciencias sociales; Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura; Rodrigo Gutiérrez, economista y líder industrial; el neurofisiólogo Rodolfo Llinás; el historiador Marco Palacios; el científico Manuel Elkin Patarroyo; el físico Eduardo Posada; la científica Angela Restrepo; el filosofo Carlos Eduardo Vasco, y el ingeniero civil Eduardo Aldana Valdés, para conformar una Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo ocupada de pensar la Colombia del futuro. Algo parecido había sucedido entre 1968 y 1978, cuando el gobierno nacional juntó un grupo de colombianos y expertos alemanes, para diseñar la reforma de la educación primaria. Esto se conoció como la Misión Pedagógica Alemana.

    La misión de los sabios y la sabia recibió la tarea con entusiasmo y compromiso intelectual, así que el jueves 21 de julio de 1994 entregaron los resultados de su arduo trabajo en un documento titulado “Colombia al Filo de la Oportunidad”, cuyas recomendaciones, quedaron confinadas al olvido y los afanes burocráticos de quienes gobiernan a este país en materia de educación y ciencia.

    Han pasado dos décadas desde entonces, y es inevitable sentir nostalgia y tristeza, cuando se repasan las 237 páginas del diagnóstico y la prospectiva contenidas en este informe, en el cual reposan ideas fundamentales para un país que ha dejado el tema de la educación y la ciencia con saldo en rojo durante los últimos cincuenta años, por lo menos.

    Hace apenas unas semanas, los medios de comunicación informaron que la renuncia de Paula Arias como directora de Colciencias, se debió a la polémica que sostuvo con el gobierno nacional por la pobreza financiera que enfrenta una institución que alberga al menos 2.500 investigadores reconocidos, y que sólo puede financiar 100 proyectos por año.

    Una pieza magistral de la misión de los sabios y la sabia de 1994, se recogió en el ensayo “Por un país al alcance de los niños”, hecho de puño y letra de nuestro querido Gabo, quien conmovido por nuestra situación educativa y científica, decidió regalarnos una proclama, para que comprendiéramos -con voz esperanzadora- que aún teníamos una oportunidad, y que poner a la educación en el centro del milenio era una determinación histórica obligada.

    Nuestro país, aún no está al alcance de los niños y las niñas….

    “Creemos que las condiciones están dadas como nunca para el cambio social, y que la educación será su órgano maestro. Una educación desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quiénes somos en una sociedad que se quiera más a sí misma. Que aproveche al máximo nuestra creatividad inagotable y conciba una ética -y tal vez una estética- para nuestro afán desaforado y legítimo de superación personal. Que integre las ciencias y las artes a la canasta familiar, de acuerdo con los designios de un gran poeta de nuestro tiempo que pidió no seguir amándolas por separado como a dos hermanas enemigas. Que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora que durante siglos hemos despilfarrado en la depredación y la violencia, y nos abra al fin la segunda oportunidad sobre la tierra que no tuvo la estirpe desgraciada del coronel Aureliano Buendía” (Gabriel García Márquez, 1994).