“Póker de Ases”

EDUARDO NATES LÓPEZ

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Menos mal que la Asamblea Nacional Constituyente, en 1991, por cuenta de la libertad de cultos, declinó el padrinazgo que sobre este país ejercía, con lujo de competencia, el Sagrado Corazón de Jesús. De no haber sido así, esta vez sí, el propio Corazón de Jesús, por pura vergüenza, hubiera renunciado a tan engorroso encargo, sonrojado por el “oso polar” que está haciendo su país ahijado, con el caso de Jesús Santrich, ante la comunidad nacional e internacional.

Todos los colombianos, (hasta unos niños de primaria, incluyendo algunos en “medialengua”), alcanzaron a predecir que Seuxis Pausias Hernández Solarte, alias ‘Jesús Santrich’ se iba a volar. Me atrevería a pensar que hasta los “enfermizos” admiradores de los mecanismos instaurados por el proceso de La Habana, llegaron a sospechar en silencio que esto iba suceder, aunque de dientes para afuera les tocara seguir defendiendo “el señorío de Santrich,” para no contradecir los “principios básicos Santistas”.

La demora casi chistosa de la JEP en determinar si “el negocio” que realizaba este distinguido “inversionista de alto riesgo” ante las cámaras, había ocurrido antes o después del 1° de diciembre de 2016; La absurda decisión de la sala plena del H. Consejo de Estado, de otorgarle el “Fuero Parlamentario” por la peregrina razón de que “aunque no se hubiera posesionado, era poseedor de esa protección legal, a sabiendas de que no se pudo posesionar por “la justa causa” de estar preso por narcotráfico; La determinación de la Corte Suprema de Justicia de ordenar la libertad del detenido, precisamente por las razones anteriores y el resto de decisiones judiciales y administrativas concurrentes, parecen todas tomadas justamente con el propósito vergonzoso de que se volara, y conforman un “collar de perlas”, francamente ridículo, cuya consecuencia única previsible era lo que ocurrió. Aunque la humillación nos duela, dan ganas de pronunciar la admonición de las abuelas: “Bien hecho… pa’ que aprendan”.




La historia política nacional nos trae a la memoria hechos de similares características, frente a los cuales hubo gobernantes con la entereza, por ejemplo, del presidente Virgilio Barco Vargas, quien mediante Decreto de Estado de sitio decidió instaurar la extradición por vía administrativa, en 1989. Antes, en el gobierno de Belisario Betancur, a pesar del ofrecimiento formal que había hecho de que no extraditaría a ningún colombiano, ante las tremendas circunstancias del asesinato de su ministro Rodrigo Lara Bonilla se vio precisado a reversar su promesa y ofrecer la aplicación de esta medida como herramienta eficaz y efectiva frente al narcotráfico. Después de Barco, Cesar Gaviria Trujillo, firmó siete decretos de extradición por vía administrativa. En mayo de 2008, Álvaro Uribe Vélez, se amarró sus conocidos pantalones y extraditó 14 jefes paramilitares de un jalón. Y en ninguna de estas ocasiones el país ni se descuadernó, ni se desmoronó moralmente, ni nada.

Demasiada benevolencia judicial y política con Santrich, personaje siniestro que ha transgredido todos los principios y leyes de manera desafiante. A los colombianos del montón no se nos olvida tan fácil su pasado y menos aún, con el sobre-protagonismo que montó durante las controvertidas negociaciones en La Habana. El burlesco e inolvidable: “Quizás, Quizás, Quizás…”; esa actitud displicente con los periodistas, que, dicho sea de paso, le regalan pantalla con desmesura; sus declaraciones reiteradamente descaradas; La cínica “V” de la victoria en su “arribo triunfal” a los salones del Capitolio Nacional, lo hicieron acreedor a un repudio generalizado, el cual “mira” -con su teatral ceguera- con desprecio, como sintiéndose superior a cualquiera (como dice la ranchera…). A lo mejor, creyendo que le toca superar las marcas que a su turno han ido imponiendo cada uno de sus antecesores como “Iván Márquez” “El Paisa” y “Romaña” para completar el “Póker de Ases”

Los ingenuos admiradores de este tipo de actitudes dicen que “…No aparece hoy, pero hay que esperar hasta el 9 de este mes, porque eso sí sería una bofetada al proceso de paz…” Como si desde hace tiempo no viniera agrediéndonos moralmente a todos los colombianos…

… Es demasiado candor, el creer que toca aceptar esas delictuosas actuaciones en aras de respetar la paz…