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    Perspectivas de un prócer

    ELKIN QUINTERO

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    La FUP Sede Norte invita a los enamorados de su vida y obra para compartir y valorar el legado que el Sabio Caldas dejó a los colombianos.

    Sin dudas, Francisco José de Caldas es un ícono de la historia nacional y es de nuestro departamento del Cauca. Fue nombrado como sabio por la historiografía patriota de comienzos del siglo XIX para resaltar su identidad criolla, contraria al dominio hispánico, que bajo la fuerza y la irracionalidad se atrevió a sacrificar a un héroe de la ciencia y la Independencia. Su nombre lo llevan con orgullo y gallardía cientos de instituciones educativas, Colciencias, varios municipios y un departamento.

    Como parte de un ejercicio de memoria y promoción cultural, la Fundación Universitaria de Popayán sede Norte, en cabeza de Bienestar Universitario busca rescatar y posicionar el recuerdo del hombre de ciencia.

    Su culto a veces, fue obligado a seguir la trayectoria inventada por José Manuel Restrepo en la primera mitad del siglo XIX, que lo encarceló como sapiencia inmaculada destinada a ser una gloria inmarcesible del patriotismo, siempre ilustrado, anti hispánico, mártir sacrificado, sin retorno ni deriva (Colmenares, 1986). Otras veces, maniatado en las narrativas de sabor picaresco e iconoclasta que lo condenan como un timorato, homosexual vergonzante, resentido, envidioso e incapaz, antihéroe del que no hay nada que remembrar (Barrios, 2011).




    Ante tamañas guías de lectura se considera importante situar la vida en deriva de Caldas, en relación al marco de oportunidades y limitaciones brindado por su tiempo y las relaciones de saber y poder en que se tejió su vida. Este campo conflictivo nos aporta una copiosa literatura, que exige lectura crítica, y sirve de mediación para valorar y aprender las derivas, paradojas y aportes del sabio fusilado.

    No es posible situar a Caldas sin relacionarlo con las formas que asumió la Ilustración neogranadina y su lugar periférico en la ciencia imperial y en contra del saber popular e indígena, el lenguaje de los derechos, la política escolástica de privilegios y jerarquías del “antiguo régimen”, la crisis del imperio hispánico en 1808, las luchas por la independencia, los inicios de la geografía y de la economía política, en fin, un vasto arcoíris de posibilidades. Este Caldas a la deriva cabalgó sobre el saber indígena para silenciarlo, en una carrera desesperada por ingresar al pedestal de la ciencia imperial desde la periferia del virreinato de la Nueva Granada, para terminar, con dudas y temores, haciendo parte del proyecto criollo que inició la invención de una nación republicana.




    El último lustro del siglo XVIII fue el tiempo de constitución en el virreinato de la Nueva Granada de una comunidad de saber, que osciló entre las interpretaciones de la Revolución francesa y la independencia de las colonias norteamericanas, el naturalismo ilustrado y la escolástica política. La Ilustración tuvo, como todo, múltiples caras que irradiaron de luz a las sociedades de la época.

    Sin embargo, los últimos sederos de su existencia casi a la deriva fueron el intento frustrado de convencer a los españoles de su importancia y utilidad como científico para gloria del imperio. Pidió ser juzgado en Quito y no en Santafé. No obstante, fue llevado a la segunda y sentenciado a muerte como Ingeniero General del ejército rebelde y traidor al rey Fernando VII. El 28 de octubre de 1816 fue interrogado. Al día siguiente fue conducido a la Plaza de San Francisco donde fue fusilado por la espalda, de siete disparos, más uno de gracia en el cráneo. Su cuerpo, ya sin vida, fue arrojado a una fosa común (Valero, 2009).

    Tras su muerte, su vida y obra se convirtieron en patrimonio de la elite criolla y su proyecto de nación surgida de “una horrible noche”, en la que Caldas había nacido para ser un científico ilustrado quien con sus luces señaló el camino de la Independencia. Sus restos fueron exhumados en 1904 y trasladados a Popayán.




    Caldas vivió y murió a la deriva, buscando un lugar, a veces esquivo, a veces real, en la ciencia imperial y en la política criolla, pero distante de los saberes y prácticas indígenas y populares. En esa deriva contribuyó sin duda a fundamentar una diversidad de conocimientos astronómicos, botánicos, geográficos y educativos que identificaron esa comunidad de interpretación y apropiación del territorio neogranadino en la crisis del imperio español y cuyos sobrevivientes dieron origen a la nueva república criolla de comienzos del siglo XIX. Pero también, de manera paradigmática, sentó la ruta, práctica y el derrotero de los intelectuales y académicos del establecimiento, por regla general, políticamente correctos, al servicio del poder del momento, cabalgando sobre el saber popular, para ocultarlo, negarlo, estigmatizarlo y, sobre todo, administrarlo.

    Paz y gloria a su nombre.