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Don Aquiles estaba en una banca del parque de Caldas, como religiosamente lo hace todos los días, cuando se le acerca un “pulcro demócrata” amigo suyo y le dice: Aquiles, yo voto por ideas y no por plata, no te imaginas cómo está eso; antes de responderle Aquiles, apareció otro “defensor de la democracia”, tomó del brazo al amigo y lo separó de él; en voz baja le dijo: mi candidato está pagando muy bien y entre más gente lleves mejor, ¿te apuntas o no?. Éste sin titubear le dice: Muy buena idea, vamos. Éste con mirada nerviosa se despide de Aquiles con un frío: ¡Luego seguimos conversando! Aquiles los ve alejarse y con un olfato que lo caracteriza exclama: Ese hombre no tiene arreglo, en todas las elecciones es igual y como él muchos en nuestra ciudad y departamento. ¡Pobre nuestra democracia!
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