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[/su_heading]¡Nuestro tropicalismo no tiene límites! Todo tiene que volverse una PO-lémica PO-lítica (de allí el título de esta columna). La de esta semana gira alrededor de la absurda solicitud que el alcalde de Medellín (quien hasta ahora se había portado muy juicioso, pero volvió a su línea política) y el gobernador del Magdalena (de conocidas actuaciones atrabiliarias extremistas) han lanzado al gobierno cubano, para que venga a prestar “colaboración humanitaria” en estas dificultades alarmantes en que nos tiene el Covid 19. No han leído las noticias sobre lo ocurrido en Venezuela y otros países con esas brigadas de tan buena voluntad política pero tan escaso conocimiento científico.
Partamos de la base de que, a pesar de las críticas iniciales, incluyendo las groserías de la alcaldesa de Bogotá -con ese “tonito” insoportable-, el direccionamiento general del manejo de la emergencia, racional y ponderado desde la Presidencia de la República, arrojaba cifras más o menos tranquilizantes. Hubo momentos en que tocó recordarles a varios mandatarios locales y regionales que, en una situación de catástrofe (mundial) las riendas debe asumirlas el presidente. Pero la vanidad de mucho funcionario, más la fragilidad de la economía (en Colombia, un altísimo porcentaje de ciudadanos se gana la vida en la calle), adicionada de nuestro folclorismo para enfrentar las crisis, más los “papayazos” prohijados por el gobierno, como los irresponsables “días sin IVA”, se sumaron y produjeron efectos devastadores. Le pegaron tal empellón a las cifras de contagios y muertes que los mandatarios se asustaron. Además de la obligación de conservar el respeto por los conductos regulares, antes de lanzar el insólito SOS hasta la isla caribeña, debió contarse con lineamientos y consejos fundamentales como los del gobierno central y las asociaciones médicas, que ya descalificaron la solicitud de ayuda extranjera por desbordada y desconcertante y se declararon no solo ignorados sino ofendidos.
Era previsible que el hecho tuviera esa repercusión, pues todo lo relacionado con Cuba, así lo implica; y más aún, dados los momentos de estrés que estamos viviendo. Por supuesto, en Colombia, toca adobar la discusión con los componentes políticos de nuestra polarizada situación: izquierda y derecha; Obviamente los líderes de cada extremo lanzan sus conceptos, en un clarísimo aprovechamiento del “papayazo político”. Ya brincaron a la tarima Petro y sus secuaces a justificar las solicitudes, porque oyeron sonar la palabra “Cuba” y eso no puede ocurrir sin su presencia. Y, pues claro, se genera en el otro extremo la reacción contraria que es la descalificación de la solicitud por razones mucho más políticas que técnicas o científicas.En la práctica, es lo mismo que sucedió con “la rebelión de las canas”, más la tutela y las declaraciones de ese grupo de notables que decidieron declararse “perseguidos y agredidos por Duque”, porque, a pesar de estar notoriamente inscritos en el grupo de alto riesgo, las medidas de prevención y cuidado, como el aislamiento, fueron expedidas sin hacerles la venia y pedirles permiso, en una ridícula expresión de viudez de poder y de pantalla. (¡¡¡Rudolf Hommes a la cabeza…!!!). Si el presidente no fuera Iván Duque y ese otro hubiera expedido la misma medida, también “inconsulta, discriminatoria e irrespetuosa”, con certeza se hubieran rebuscado cualquier motivo, para ejercer ridículamente, su caduco liderazgo.
A pesar de estar muy cerca del séptimo piso y haber atendido las ordenes de enclaustramiento, de manera estricta, debo confesar que jamás me sentí ofendido por la buena intención de cuidar mi vida que he sentido en las normas de comportamiento durante la pandemia. Menos aún en este momento, el peor de la crisis. Tampoco estoy dispuesto a dejarme alebrestar por cualquier hipertenso o diabético -profesiones que ejerzo con lujo de detalles- Y como les tengo tanto aprecio, con los gordos no meto. Es decir, no participaré en la PO-lémica PO-lítica, por atractivo que resulte en este país pelear por pelear, así sea con quien lo quiere cuidar a uno.
Nunca pensé que el “¡estese quieto mijo!” que mi madre repetía hasta el cansancio, cuando era niño, me fuera servir tanto ahora de viejo, para quedarme quietico en la casa…