Padre e hijo

DIEGO FERNANDO SÁNCHEZ VIVAS

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El recuerdo más nítido de mi padre se remonta algunos años atrás, cuando de su mano recorríamos la antigua plaza de ferias de nuestra ciudad y en medio de un estruendo colosal observábamos el apacible trote de los caballos y la imagen tranquila y despreocupada de enormes vacas que pastaban en sus establos. Mientras en los distintos escenarios se mostraban peces de formas inverosímiles en grandes acuarios, y plantas de todas las especies adornaban con sus hojas y flores espacios que hoy ya no están.

Evoco con nostalgia esa casa grande donde aprendí gracias a él y a mi madre el gusto por la lectura, fascinado entonces por los relatos de Verne y las aventuras de Salgari en un mundo apenas comprensible que se iba extendiendo a medida que las hojas de los libros se agotaban. En medio de pilas enteras de textos de contabilidad superior y de antologías poéticas de autores universales, pude divisar un libro que contenía en su interior la magia inconcebible de sacar genios de lámparas, y de tejer tapetes y alfombras voladoras, el relato de una princesa oriental que para no morir por la furia de su esposo el califa, lo entretenía contándole una historia maravillosa que dejaba aplazada para el día siguiente, dicha proeza duró mil y una noches.

En los diciembres, alrededor del pesebre y la cena familiar nos compartía relatos de sus tiempos de niño, de su trabajo y escuchábamos con mucha atención sus consejos siempre relacionados con la honestidad y la conducta que debe acompañar a toda persona de bien, siendo él ejemplo de una vida dedicada a su trabajo por más de treinta años al servicio del Estado, sin un solo llamado de atención y con la satisfacción del deber cumplido, hoy retirado de los avatares de la vida diaria, pero con gran lucidez y vitalidad.

Todo esto lo recuerdo al escuchar una vez más la sentida canción del músico británico Cat Stevens ‘Father and son’, ‘Padre e hijo’, que narra los consejos que un padre da a su hijo cuando este decide irse del hogar, y le expresa que no hay que tener afán, le dice:

“Tómate tu tiempo/ piensa en todo lo que tienes/pues todavía estarás aquí mañana/pero puede que tus sueños no/”.

En los Estados Unidos hay una canción emblemática del compositor fallecido Dan Fogelbert que se denomina ‘Leadher of the band’, la cual podríamos considerar poesía con música, y es un homenaje que hace a su padre y en algunos apartes le dice:

“Sus medios suaves de esculpir almas/ me tomó años entenderlos/ el líder de la banda está cansado/ sus ojos están envejeciendo/ mi vida ha sido un intento/ de imitar a ese hombre/solo soy el legado/ del líder de la banda,/ y termina la canción. Te agradezco por la música/y por tus historias del camino/ te agradezco por la libertad/cuando llegó la hora de partir/ te agradezco por la ternura/ Y por los momentos en que fuiste duro/ y papá creo no te dije/ te quiero lo suficiente/ pero tu sangre corre a través de mi sangre / y su canción está en mi alma/ mi vida ha sido un intento/ de imitar a ese hombre/ solo soy el legado/ del líder de la banda”.