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    Nos madrugó el ‘Mono’ Mendoza

    No lo volví a ver y supe que en su Cartagena del alma se había vinculado a El Universal, donde Germán Mendoza Diago había desarrollado con éxito los pininos periodísticos que inició en Popayán…

    Por: Felipe Solarte Nates

    Su bonhomía, trato y lenguaje abierto y desparpajo salpicado de humor, propio de la gente de clima y caliente y la costa caribe, lo hacía asequible y acogido en los diversos ambientes en que se movía. / Suministrada – El Nuevo Liberal.

    Lo conocí, tal vez a finales de los 70 o despuntando los 80, cuando buscando salirme del ambiente opresivo de la facultad de medicina y del ‘convento’ maoísta del grupo “de estudio y trabajo revolucionario” al que pertenecía desde quinto de bachillerato, me encontré con algunos conocidos que también estaban mamados del dogmatismo predominante en los grupos de izquierda de moda, y habían organizado el grupo cultural La Rueda, para darle espacio a: la literatura, el cine, el teatro, las artes plásticas que tuvieron cabida en los siete números de la revista, amenas fiestas generosamente irrigadas con aguardiente, guarapo y otras yerbas que circulaban en medio las conversaciones y bailes; y hasta con tiempo para prácticas deportivas, cuando Germán fue defensa central del equipo los “Chupamaros”, según recuerda Rafael Albán.

    Su bonhomía, trato y lenguaje abierto y desparpajo salpicado de humor, propio de la gente de clima y caliente y la costa caribe, lo hacía asequible y acogido en los diversos ambientes en que se movía, con gran éxito entre las jovencitas de entonces. Sus inquietudes artísticas y dotes literarias las plasmó en sus bien fundados y amenos comentarios sobre cine, publicados con aire garciamarquiano en el diario El Liberal, donde empezó a coordinar la página dominical y años después, cuando ya la ingeniería electrónica no figuraba en su agenda, se encargó de su dirección infundiéndole un aire innovador y abriéndole espacio a jóvenes periodistas, escritores y nuevos enfoques a los temas noticiosos.

    No lo volví a ver y supe que en su Cartagena del alma se había vinculado a El Universal, donde Germán Mendoza Diago había desarrollado con éxito los pininos periodísticos que inició en Popayán, había participado con el patrocinio de su maestro el Nobel en la Fundación Nuevo Periodismo, que había viajado y estudiado en varios países, producido algunos cortos cinematográficos y cuando se desempeñaba como jefe de redacción de El Universal, lo asaltó una enfermedad que tempranamente le cortó los sueños de dejarnos amenos escritos, libros y filmaciones.

    Me quedo con el recuerdo de su melena rubia, sonrientes ojos azules, aire franco desbordado en buen humor, amistad entrañable y con el compromiso de leer el libro de crónicas que en vida alcanzó a publicar y esperando la recopilación de sus columnas y crónicas que han de seleccionar de lo escrito durante más de 30 años como periodista activo.

    Hasta siempre Mono.

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