No a las fumigaciones con glisofato

GUILLERMO GARCÍA REALPE

Senador de la República

@GGarciaRealpe

Ante la manifestación clara del Ministro de Defensa, Guillermo Botero, de que en diez o doce semanas iniciarán las fumigaciones con glifosato en Colombia, comenzando por los departamentos de Nariño, Cauca y Norte de Santander, sobre este anuncio, tengo que decir; que sin duda, es una manifestación absolutamente grave por parte del Gobierno Nacional, pero de alguna manera facilista también, que desde el alto gobierno pretendan enfocar su lucha contra el narcotráfico atacando la población más vulnerable de esta cadena.

No solamente se tiene que enfocar en el tema de la producción, sino que el Gobierno debe afinar sus esfuerzos en reforzar la interdicción  que consiste en la incautación de grandes laboratorios y en los diversos controles terrestres, marítimos y aéreos. Aquí se tiene que atacar a las verdaderas mafias, pero no afectando a humildes campesinos que son utilizados por éste negocio criminal y que ante la carencia de oportunidades en estas regiones, no tienen más salida que ser permeados por el narcotráfico, no significa ello, que justifiquemos esta situación, de ninguna manera, pero el Estado sí debe encontrar soluciones de fondo que les permita a esas familias hacer la transición hacía la productividad lícita.

Fumigar a los campesinos es condenarlos a la pobreza y a la marginalidad, pero se arriesga el Gobierno Nacional de que la resiembra que está alrededor de 40% cuando es forzada la erradicación o por fumigaciones, como lo demuestra un reciente informe de la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito –UNDOC-, entre tanto dice ese mismo informe, que los programas de sustitución voluntaria y acordados, tiene un porcentaje inferior al 1% de resiembras, lo que traduce esto, es que la fumigación no sólo es absolutamente contraria a la salud, al medio ambiente y a la sociedad en general, sino que es ineficaz en la lucha contra el narcotráfico.

También riñe esto con las declaraciones del mismo Presidente de la República, que ha dicho que en los pasados diez meses de su gobierno han erradicado 80 mil hectáreas de cultivos de uso ilícito, ¿entonces, para qué fumigar?, esa es la pregunta que hoy nos hacemos muchos en el país. Si han sido tan exitosos en programas sin aspersión aérea, para qué insistir en un herbicida que se ha comprobado con evidencia científica que es perjudicial para la salud, que atenta contra el medio ambiente y las fuentes hídricas y que no diferencia entre los cultivos lícitos de los ilícitos.

El Gobierno Nacional debe apuntar sus esfuerzos, sus programas y sus planes para cumplir el punto tercero de los Acuerdos de La Habana, entorno a la sustitución de los cultivos ilícitos por productos legalmente rentables para fomentar una economía también legal y rentable en las zonas con presencia de cultivos de uso ilícito. Esa es la ruta acertada, la ruta de las oportunidades, la ruta de las inversiones, la ruta de construcción de vías para que haya mercadeo a precios justos de los productos de nuestros campesinos de Colombia, insistir en el retorno del glifosato es continuar por la ruta equivocada.

Nuestra posición está del lado de nuestra región, por eso, no dudaremos en acompañar a todos los campesinos que se movilicen de iniciarse las fumigaciones con glifosato en nuestro país, particularmente en el departamento de Nariño. Nunca nos pondremos la camiseta de los gobiernos, nos pondremos la camiseta de nuestra región y especialmente de su gente más vulnerable: los campesinos.

Igualmente seguiremos reclamando las obras y las inversiones que el Sur de Colombia y particularmente Nariño requieren desde hace mucho tiempo por los gobiernos.

Los nuestros han sido históricamente territorios que han padecido el abandono estatal, que han sufrido con rigor los embates de la guerra, fenómenos que han conllevado a que concentremos grandes niveles de pobreza, marginalidad y exclusión. La inversión social ha sido escasa y el único apoyo que recibimos de los gobiernos es redoblar el pie de fuerza de soldados y policías, hombres y mujeres que tienen que ponerle el pecho a una violencia que no les pertenece, cuando lo que verdaderamente requerimos es inversión en salud, educación, infraestructura, vías, productividad, fuentes de empleo, en fin tantas cosas de las que hemos estado huérfanos por décadas y ahora como “premio” nos quieren fumigar con glifosato. ¡No más!