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    Matando la gallina de los huevos de oro

    MIGUEL CERÓN HURTADO

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    Cuando la teoría del Materialismo Histórico dijo hace casi dos siglos, que el sistema capitalista se destruiría a sí mismo, fue porque abordó el análisis con el enfoque filosófico de la dialéctica materialista y con ello encontró que el sistema encerraba la contradicción del carácter cada vez más social de la producción por un lado, y la apropiación del producto cada vez más particular, por el otro. Pero, en esa época no existía la microelectrónica y, aunque esta misma teoría reconocía el papel de las fuerzas productivas en el devenir histórico, no podía prever lo que ocurriría a finales del siglo veinte y menos aún, lo que está sucediendo ahora en el Siglo XXI.

    El fenómeno de la crisis económica no es solo en Colombia y Latinoamérica sino en todo el mundo occidental, o sea el área universal que gira en torno a la economía de Estados Unidos y su banca central, la FED. El aparato productivo mundial se está secando de modo que la recesión es global, con todos los efectos que esto tiene en el campo de las relaciones económicas internacionales, el cual se reflejan en la Balanza de Pagos de todos los países. Y por supuesto, en la situación fiscal de todos los Estados, con las consecuencias que esto trae en la esfera social y con ello en la situación política.




    Al matar el aparato productivo, basado en los sectores primarios y secundarios, también se acaban las fuentes de ingreso del Estado, con el agravante de que el modelo neoliberal, basa los ingresos de los capitalistas en darle préstamos a dicho organismo para alimentarse con los intereses que el fisco les paga. Para ello, aplica una política económica que carece de mecanismos de sostenibilidad en largo plazo, ya que el Estado no puede dedicarse solo a pagar intereses de la deuda, sin que tenga fuentes de ingreso. Y por el lado de la esfera social, el modelo hace énfasis en privatizar los bienes públicos de manera que los empresarios privatizadores exprimen a la sociedad mediante altas tarifas de los servicios, para garantizar el éxito financiero de su negocio, conduciendo al deterioro secular de la calidad de vida de la población de ingresos medios y bajos. Con todo esto se produce la destrucción del Estado y sin este organismo la sociedad en general queda a la deriva, sujeto a los golpes de las leyes del mercado; y como el modelo está globalizado, el fenómeno afecta a todos los países por igual y la concentración de riqueza en manos de unos pocos, en este caso los fondos de inversión, se produce a escala mundial. Destruyendo el aparato productivo y el Estado, se acaban los dos soportes básicos de la organización humana, lo cual se profundiza con el hecho de que, el afán desmedido y voraz de enriquecimiento, está también destruyendo el medio ambiente con el saqueo inmisericorde de los recursos naturales, con lo cual acabará también en un plazo no muy largo, las condiciones de vida para la especie humana.




    Ya sin aparato productivo y sin Estado, apague y vámonos. La concentración de la riqueza en el sector monetario, que no es real sino cifras escritas en una pantalla de computador, tanta que hace dos años los 20 fondos de inversión más grandes acumulaban un patrimonio de 32,3 Billones de dólares, cifra que es difícil escribir en pesos, está atacando los fundamentos mismos de la economía, cuyo origen es de carácter natural e instintivo por generación espontánea de la especie humana para la conservación de ella misma sobre el globo terráqueo. La voracidad del pensamiento humano ha interferido la ley natural y ha  reducido la economía a la concentración de riqueza en unos pocos, con un mecanismo que actualmente está conduciendo a su propia destrucción por estar matando la gallina de los huevos de oro.