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    Los elementos del desastre (I)

    GUILLERMO PÉREZ LA ROTTA

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    A mis lectores les doy algunos ejemplos que según mi criterio, justifican parcialmente el título de esta columna: recientemente se han deforestado 12.417 hectáreas de parques naturales en Colombia y la deforestación en la Amazonía avanza de forma incontenible. El gobierno de Duque no cumplirá los cuatro primeros puntos del Acuerdo de La Habana, sobre la tierra y su posible racionalización, entre otras cosas, porque aquí nunca hubo un conflicto armado. En Siria se mantiene un dictador cínico y cruel que ha matado a millones de sus compatriotas con la ayuda de Rusia, Irán y China, además de la incapacidad de la comunidad internacional para detener esa guerra subsidiaria. El ex procurador Ordóñez, hombre corrupto y perseguidor de mujeres y de la comunidad LGBT, es hoy el embajador de Colombia ante la OEA. El que la hace no la paga, y la justicia, en un alto porcentaje, cojea o es sólo para los de ruana.

    A diario se descubren hombres en Colombia que violan niños y luego los asesinan. La sociedad está enferma, pero no tenemos remedios más allá de pedir condena perpetua para esas personas. El próximo presidente del Brasil, país hermano y querido, avanzará en la destrucción de la selva amazónica para meter ganado y agricultura industrial “moderna”. No hay claridad de los estados amazónicos para proteger de verdad esa selva. El establecimiento político colombiano considera que el comportamiento del ministro Carrasquilla fue intachable (Bonos de Agua), bajo el supuesto de que la moral se puede acomodar a los intereses económicos de enriquecimiento, que a su vez se explotan con inteligencia utilizando información privilegiada de un funcionario que primero estaba en el Estado y luego salió a hacer buenos negocios en la vida privada, y todo a costa de unos pobres municipios que cayeron en esa telaraña.

    Muchos líderes europeos y parte de su pueblo, protegen sus fronteras de la chusma negra procedente de África y se alían con regímenes corruptos y dictatoriales de ese continente para que detengan a la gente africana que busca emigrar por la pobreza o las guerras. La lucha contra el tráfico de drogas está perdida, con un saldo de millones de muertos y corrupción galopante, pero la mayoría de los gobiernos, incluido el de Colombia, creen que basta con fumigar con glifosato (para bien de Monsanto-Bayer) y detener a los consumidores en las calles y parques.

    Al señor Trump le parece complicado que unos “detectives” de Arabia Saudita hayan asesinado a un periodista saudí en la embajada turca de ese país, pero no se ha parado a mirar que hay una crisis humanitaria de grandes proporciones en Yemen, porque los saudíes le declararon la guerra a unos rebeldes en ese rincón del mundo. Otra vez, y para siempre, la economía está por encima de todo valor humano: es inmensa la cantidad de armas que EE UU le vende a Arabia Saudita, que a su vez provee al mundo de buena parte del petróleo, y no van a perjudicarse entre ellos a pesar de los cacareos en los medios, sólo porque unos matones hayan torturado y asesinado a un señor respetable en la citada embajada.