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    Lo bueno, lo malo y lo feo…

    EDUARDO NATES LÓPEZ

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    La filosofía popular y muchos consejos de comportamiento social dicen que las crisis siempre se convierten en oportunidades y que en ellas el ser humano saca lo mejor (y lo peor) de sí. Ninguna ocasión más propicia, entonces, que este momento de crisis orbital para comprobar la validez de aquella sentencia pues en este trance no ha existido posibilidad de hacer distinción de clases de ningún tipo. El mismo mal están padeciendo el Príncipe Carlos de Inglaterra y cualquiera de los contagiados hasta hoy en, por ejemplo, la República de El Congo (109) en el África subsahariana; o de los casi 190.000 afectados en E. U.; de los 906 de Colombia o de los 882.000 en el mundo.

    Comencemos por destacar la consagración y entrega de los profesionales de la salud, a todo nivel, que, en cumplimiento de su juramento hipocrático, se han entregado a la atención de los pacientes alcanzados por la pandemia, corriendo todos los riesgos, incluyendo el de su propia vida. La humanidad entera nunca tendrá como pagar esta actitud. E incluyo en este grupo otro tipo de servidores públicos y organizaciones no gubernamentales como la Cruz Roja Internacional o los cuerpos de bomberos, la Defensa Civil (o sus similares en el mundo) y los miembros de las policías y los ejércitos del mundo. Y contrastemos lo anterior con la actitud -hasta ayer, que finalmente se asustó- del presidente Trump y otros funcionarios de ese gobierno, que estaban considerando la muerte de muchos mayores y ancianos, como un insumo necesario, con tal de no paralizar la producción mundial y la afectación económica de los Estado Unidos…

    Resaltemos en el país, sin duda, la generosidad de muchos empresarios privados (encabezados por L. C. Sarmiento Angulo, Cementos Argos, Asocaña, Arturo Calle y más.) que han donado inmensas sumas de dinero, productos (alcohol, tapabocas, ropa médica etc.) y ofrecido instalaciones y edificaciones para la atención hospitalaria y complementaria. Aclamemos también la actitud de los campesinos y productores agropecuarios, garantizando la seguridad alimentaria. Y hagamos el parangón con los vándalos que en manada destruyeron los lavamanos portátiles y dispensadores de jabón que la alcaldía de Bogotá había instalado en las estaciones de Transmilenio, para contribuir al aseo y el lavado de manos de los pasajeros (que se calculan -en tiempo normal- en más de dos millones diarios).

    Subrayemos la dedicación del presidente Duque y sus ministros y despachos como la Defensoría del Pueblo que, en medio de la inmensa crisis vital, les está tocando intervenir, minuto a minuto, con noches en blanco, en conversaciones con delegados del ELN, para formalizar el cese al fuego y avanzar hacia la paz con ese grupo insurgente. Y por supuesto la alcaldesa de Bogotá y su equipo, desenvolviéndose como un verdadero titán, en la atención de la emergencia en la ciudad capital, que está alcanzando unos niveles francamente aterradores.

    No soy capaz de omitir los comentarios sobre la carencia de calidad humana de los arrendadores que están sacando a la calle los muebles de quienes por carencia absoluta de ingresos no han podido pagarles el arriendo. Y la estupidez de los habitantes de un conjunto habitacional, en Cali, que obligaron a un joven médico a abandonar el apartamento que ocupaba, cerca de la clínica, porque ¡¡ posiblemente traería el contagio a su barrio…!!

    Y que tal la calidad mental y personal de quienes están llamando a los teléfonos de emergencia a lanzar bromas como “…se me está quemando la arepa…” Dicen quienes atienden las llamadas de auxilio que aproximadamente el 40% de estas son de falsa alarma. O también los agiotistas oportunistas que están al acecho de potenciales clientes, en las porterías de unidades residenciales para prestarles dinero a la “módica tasa” del 10% diario.

    Todo parece indicar que, si cumplimos con lo determinado por las autoridades en sus instrucciones sobre el comportamiento social, nuestras consecuencias no alcancen las cifras arrasadoras de víctimas a que están llegando países como Estados Unidos y en Europa y logremos salir adelante como un grupo humano valioso, inteligente y solidario y no como una manada de bestias. Está en manos de nosotros.

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