Las cosas que no solo pasan en éste país

Por Héctor Riveros.

Es frecuente cuestionar a los políticos por actitudes que una buena parte de los ciudadanos califican como “indebidas”, no digo actos de corrupción sino esas que hacen que cada vez menos gente se reconozca como simpatizante de un partido político y que la desconfianza en las instituciones y los gobernantes sea mayor. Por ejemplo, que un partido haga alianzas con otro con el que se enfrentaba agriamente hasta el día anterior, o que quienes están en la oposición actúen solo con base en cálculos electorales y no en lo que aparentemente “le sirve a todos”, o que se dejen de nombrar altos funcionarios judiciales por rencillas políticas o por interés político, o que los miembros de un partido defiendan una posición y otros exactamente la contraria.

En la tertulia callejera, en las redacciones de los medios de comunicación, en las clases universitarias, en el debate público es usual oír cerrar esa discusión con la sentencia: “esas vainas no pasan sino en éste país”. Se juzga a la política desde una especie de mundo idealizado que debería estar ocupado por una especie de ciudadanos ejemplares, desprovistos de pasiones humanas; de prejuicios; de pequeños intereses económicos, familiares o personales; de ciclos emocionales, de vanidad o necesidad de reconocimiento y se adopta una posición como si el que emite el juicio fuese también todo eso. Pues no. Los que emiten el juicio y los juzgados son seres humanos comunes y corrientes y los unos y los otros suelen estar movidos por los mismos “bajos instintos”, así todos se esfuercen por ocultarlos.

Lo mismo ocurre cuando el juicio se emite ya no desde la perspectiva del “bueno” que lo emite sino de lo mal que estamos nosotros, esa especie de “banana republic” tomada por una banda de corruptos de la que los demás ciudadanos no somos sino víctimas mientras que en otras partes “esas vainas no pasan”. Pues no. No basta sino echar una mirada a las noticias que llegan de Europa y Estados Unidos para tener el consuelo (de tontos) de que “esas vainas pasan en casi todas partes” y que ocurren “hasta en las mejores familias”.

En Colombia gran parte de los “análisis” reducen el tema a la “mermelada”, la corrupción y los bajos niveles de educación y olvidan la psicología. No me refiero al hecho de que un personaje como Trump vaya ganando la nominación del Partido Republicano a la presidencia de los Estados Unidos, país en el que están la mitad de las diez mejores universidades del mundo, sino por ejemplo a la actitud obstruccionista de la mayoría republicana que bloquea todas las propuestas del Presidente y anunció que no permitirá la designación de un miembro de la Corte Suprema hasta que no se vaya Obama, o a la extraña circunstancia de que la mitad de los miembros del gabinete inglés –país donde está la otra mitad de las diez mejores universidades del mundo- estén abierta y públicamente en contra de la propuesta del jefe de ese gabinete de permanecer en la Unión Europea.

Aquí o allá la oposición – para referirme a ese ejemplo- actúa para hacer fracasar al gobierno. Su éxito se construye en la derrota del contrario. Por eso esas historias, esas sí muy colombianas, de que “queremos que le vaya bien al gobierno porque si le va bien nos va bien a todos” son pura carreta. El uribismo –por ejemplo, necesita que Santos fracase en su propósito de acabar el conflicto por la vía negociada. Petro necesita que Peñalosa no logre hacer lo que se propone y así como diría la famosa reina de Antioquia: “y del mismo modo en sentido contrario”. Los republicanos necesitan que a Obama le vaya mal porque eso aumenta sus posibilidades de ganar las próximas elecciones. Igual, los miembros del Centro Democrático pueden poner cara de bondad y jurar que “todos queremos la paz” pero celebrar en privado y exagerar en público todo lo que ponga en riesgo el proceso de La Habana.

Cuando un Ministro dice una cosa y otro dice otra la oposición resalta la contradicción, en la radio critican hasta el cansancio y terminan con la exclamación: ¡”estos políticos nuestros”!. Pues en Inglaterra, el primer Ministro David Cameron, lidera la propuesta de la permanencia de ese país en la Unión Europea y el principal opositor es su ministro de Justicia y el alcalde de Londres que es del mismo partido de los dos anteriores. El Alcalde le está “haciendo el cajón” a Cameron, tanto que su propuesta de votar NO en el referéndum que harán en Junio no es para salirse de la Unión sino para negociar otra manera de quedarse. Es un NO pero Si parecido a los que dicen que van a votar NO pero que Si quieren que se termine el conflicto. Acá al menos no ha pasado en el mismo partido aunque las noticias de ayer indicarían que pasa entre partidos de la coalición de gobierno.

La novela de la conformación de un nuevo gobierno en España se parece a lo que ocurrió en Colombia en el 2010 cuando Santos tuvo que acudir a una coalición con partidos como Cambio Radical, el Liberal y el Conservador que hasta el día anterior los cuestionaban duramente. El uribismo no pudo ganar solo las elecciones de entonces y a Santos le toco echar mano de los opositores de Uribe. En España el PSOE busca el apoyo de PODEMOS, una nueva fuerza de izquierda que fue su principal contradictora en las elecciones del pasado 20 de Diciembre. Ya en Alemania, Merkel había necesitado el apoyo del Partido Socialista el histórico contendor de su partido democristiano, es que “esas vainas no solo pasan en este país”.