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    Larga vida al error

    JORGE ALONSO RUIZ MORALES

    @kemistry09

    Estaba el vendedor de chocolates, esos de marca Ferrero Rocher que ya ahora lucen tan comunes, en Estados Unidos, esperando un cargamento lleno de chocolates que venía de Italia para posteriormente distribuirlo al menudeo en Nueva York. Hace bastantes años los barcos se demoraban mucho, incluso más que ahora. El cargamento sufrió un percance por la temperatura y todos los chocolates crocantes, rellenos de avellanas, deliciosos, llegaron absolutamente derretidos. Toneladas de chocolate derretido que iba a tener que irse a la basura, ante la imposibilidad de ser vendido.

    Entonces el vendedor debió haber pensado: “¿cómo voy a botar todo eso?”, y se le ocurrió empaquetar el reguero en unos potes que tenía en la bodega y venderlo como mantequilla de chocolate, tal vez para untar en el pan o en las galletas. Además pensó en que podría ponerle un nombre italiano, sofisticado. Nut quiere decir nueces, así que le agregó un sufijo y quedó hecha la Nutella. La nutella, una delicia que a propósito inspiró uno de los mejores tracks de reguetón: “Eres la crema, ay, rica como la Nutella, la Nutella…”. Del error nació la Nutella. Vida larga al error.

    En una fiesta en los años 70 estaba el señor que pone música, al que le llamaban Disc Jockey. Estaba animando una fiesta en el Bronx, poniendo blues, dub, soul y ragga, todo esto que luego se llamaría hip hop, y por error la aguja del disco se deslizó y sonó horrible. Pues no sonó horrible, a la gente le gustó. Nació el scratch. También por esa época, imaginen al mismo señor que pone discos y ya se le iba a acabar la canción, pero la gente estaba tan feliz que él no quería perder esa efervescencia; entonces ¿qué hizo? Le empató la misma canción desde otro tornamesa y así surgió el arte de mezclar: la magia de poner canciones ininterrumpidamente.

    Otro señor vendía botas al ejército. Él las hacía, de muy buena calidad, buen cuero y buenas costuras; se las vendía al ejército en la Segunda Guerra Mundial. Luego se acabó la guerra y todos estaban felices menos él, puesto que su empresa iba a quebrar. A él se le ocurrió poner a vender las que quedaban y a la gente le encantó. Ahora son un ícono de la moda: las hermosas botas Dr Martens.

    Así pasa con los grandes inventos. Nosotros muchas veces evolucionamos gracias a los errores.