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    Editorial: La seguridad del usuario en el servicio de transporte público urbano

    El pasado fin de semana, una mujer falleció a consecuencia de una caída desde la puerta de ingreso a un busetón de servicio público. Lo que se conoció fue la señora al subirse al automotor no se pudo agarrar de algún pasamanos antes que el conductor volviera comenzara a rodar, lo que causó que la víctima se saliera del carro y sufriera un violento golpe contra el asfalto de la vía, lo que terminó causando su deceso.

    Este incidente se suma a una serie de accidentes de tránsito ocurridos a lo largo del 2019, donde se vieron involucrados automotores de servicio público urbano. Y aunque la estadística no se lleva con juicio de parte de las autoridades municipales, el hecho del pasado fin de semana volvió a  despertar las grandes inquietudes que ha habido siempre respecto a la seguridad de la ciudadanía que hace uso del sistema.

    Más allá de las responsabilidades en reglamentación sobre tránsito y cobertura para sus pasajeros de parte de las empresas y de los propietarios, la ciudadanía lo que reclama a la par, es un impecable proceso de mantenimiento para todos los automotores de servicio público que circulan por las calles payanesas, muchos de los cuales operan diariamente por más de 12 horas seguidas. Estaremos atentos a las respuestas que nos entreguen desde las empresas involucradas sobre las reales causas de estos accidentes, advirtiendo de antemano que sería inconcebible que a estos busetones se le permitiera rodar hacia el servicio con alguna potencial falla mecánica.

    Y ojo que para estos casos no estamos hablando de la mal llamada ‘guerra del centavo’, una realidad que también afecta la seguridad del ciudadano en nuestra urbe. En ella, los choferes se disputan, a altas velocidades, los potenciales pasajeros que aguardan en los paraderos. Acciones irresponsables como esta también han degenerado en accidentes de tránsito o en ‘encontronazos’ verbales con palabras soeces de gran calibre entre quienes están a cargo de los vehículos, en situaciones lamentables que ocurren a la vista de pasajeros, peatones y hasta de otros conductores.

    Todas estas realidades se suman al gran desprestigio de parte de la ciudadanía con que cuenta, tanto el servicio en sí como los conductores, aunque tenemos que decirlo, infortunadamente se generaliza porque un número importante de profesionales del volante son personas responsables, amables y cumplidoras de su deber.

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    A manera de conclusión para este espacio editorial, tenemos que decir que este problema del transporte merece un tratamiento especial por parte de las empresas, que debe estar al tanto de su personal y de sus automotores; de las autoridades competentes, por una parte de las municipales, que deben dictar normas para que el transporte público sea cómodo y seguro, y por otra, las de Tránsito. Todo este esfuerzo mancomunado debe confluir hacia la prestación de un servicio de calidad y seguro para el usuario a fin de evitar tragedias como la que mencionamos al principio de este escrito, ocurrida en zona rural al occidente de Popayán. Si no hay esa tarea combinada, el peligro seguirá latente en el transporte público.