La próstata, el alcalde, la prensa y la revocatoria

MARCO ANTONIO VALENCIA CALLE

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¿El alcalde ya se habrá hecho el examen de próstata?, pienso en eso mientras ingreso al despacho del urólogo. Me hago esa pregunta porque justo cuando gritan mi nombre desde la puerta del consultorio estoy solicitando a la Oficina de Prensa de la Alcaldía, vía whatsap, un informe de gestión.

Una “periodista” me dice que lo enviará.  Le digo que es urgente. Que ojalá, no vuelva a ocurrir la historia de hace quince días (cuando le solicité una respuesta oficial del alcalde sobre graves denuncias que tengo sobre el manejo al tema del estadio, y me dijo que el mandatario estaba muy ocupado para atenderme, pero que seguro otro funcionario podría resolver mi inquietud. Y desde hace quince días, todavía estoy esperando la entrevista o la respuesta “del otro funcionario” a través de “la periodista” de la Oficina de Prensa).

El urólogo me pregunta si tengo dificultad para orinar, si goteo, si me levanto de noche, ¿Se habrá dado cuenta el alcalde que su gobierno hace aguas por varias partes? “Hacer agua” era la expresión de mi abuela para orinar. Hacer agua, en el argot de algunos marinos es naufragar; y en el de los empresarios: fracasar.  

Quiero analizar la gestión del alcalde. Leer ese informe para juzgar por mí mismo si de verdad merece la revocatoria que proponen algunos ciudadanos.

El urólogo ordena bajarme los pantalones y acostarme boca arriba en la camilla. Estoy  nervioso, pero trato de actuar como si estuviera al tanto de la rutina. Me subo a la camilla, cierro los ojos y lo dejo trabajar. Me aprieta el estómago y con rapidez extraordinaria me examina los testículos, el pene… yo trato de pensar en otra cosa. Es un examen necesario porque puedo tener cáncer. Mejor pienso en la próstata del alcalde, como metáfora para mencionar los problemas del alcalde. ¿A ustedes no les pasa que mientras están en un asunto ya están trabajando en otro? A mí me ocurre todo el tiempo.

Con el informe que me enviará la Oficina de Prensa planeo escribir una columna para defender al alcalde. A veces me gusta hacer de abogado del diablo. Alguien tiene que pedir respeto para la primera autoridad, que es pedir respeto para la ciudad. Pero necesito argumentos.

¡Uffff! El médico me introdujo el dedo por el ano en busca de la glándula prostática y lo saca en cuestión de segundos. No me da tiempo ni de quejarme. Que trabajo tan complejo tienen los urólogos lidiando con la intimidad de sus pacientes. Afuera hay tanta gente como en la sala de espera de una alcaldía (y me da risa comparar el trabajo de un urólogo con el de un alcalde).

Las siete de la noche, y el informe solicitado a las nueve de la mañana a la Oficina de Prensa no llega. Le escribo a la periodista, le digo que “es una falta de respeto, que bien pudo decirme que no podía cumplir la solicitud, y ya”.

La periodista responde con un mensaje de voz: pide disculpas, me dice que está ocupada, y me manda a buscar en la página web.  ¡El colmo! Justo allí (metafóricamente) se me inflama la próstata, se me acaba la paciencia y decido hacer la denuncia pública del asunto.

Conclusión: de la próstata (yo bien), pero al alcalde lo veo mal de prensa. Mal, pero muy mal. Y si todos sus funcionarios son así de negligentes, se puede entender su mala imagen, y de por qué, algunos ciudadanos ya hasta lo quieren revocar.