La obsoleta educación básica (II)

JAIME BONILLA MEDINA

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En nuestro anterior comentario se concluía que, dentro de la necesaria reestructuración de la enseñanza básica, está el cambio del modelo pedagógico transmisionista a uno más práctico y participativo. El estudiante, esencialmente, debe aprehender a pensar, comunicarse y convivir, destrezas disponibles a lo largo de toda la programación académica. Las demás aptitudes serán complementarias.

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La estrategia cognitivista ha sido remplazada por la información almacenada en internet. Una vez adquirida la habilidad para navegar en la red, el menor empezará a desarrollar el pensamiento con base en la órbita hipótesis-investigación-análisis-deducción-conclusión. Es adaptar el método científico al proceso educativo. Así como en el deporte, el colegio se convertirá en un gimnasio del pensar y actuar.

Es aconsejable fomentar las diversas modalidades de comunicación. Si predomina lo visual, va en contravía tener al lenguaje escrito como prioridad en la institución. Urge superar la lectoescritura autómata y ofrecer a los jóvenes, la incursión en la lectura crítica. Una persona sin posibilidad de discernir adquiere ceguera mental; es influenciable por los mitos sociales, políticos e ideológicos; por los medios parcializados, las mentiras, los personajes mesiánicos y el fanatismo. La lectura comprensiva fortalece la democracia al incrementar el conocimiento, la independencia de pensamiento y la elección correcta del destino. Solo tres de cada mil jóvenes escolarizados alcanzan el nivel interpretativo a los 15 años, por esto disputamos los últimos lugares en calidad educativa, según PISA.

No menos importante es impulsar la sana convivencia con los demás seres vivos y nuestro planeta. Ellas ayudan a identificarnos, entendernos, respetarnos y conllevar civilizadamente. La escuela debe impartir modelos de convivencia con los diferentes en etnia, cultura, ideología, estrato, género o expresión sexual, más en un país con la histórica oportunidad de escoger entre la guerra o la vida equitativa y en paz.

En matemáticas, el aprendizaje se cimienta en la aplicación de rígidos algoritmos – reemplazable por la calculadora – sin explicar su significado, finalidad o relevancia. Desprevenidamente, trate de explicar qué es una derivada. ¿No recuerda? Tranquilo, más del 95% está igual. Memorizar un concepto no es igual a entenderlo y lo que no se entiende, se olvida. Se debe promover el pensamiento matemático, interpretar problemas tomados de la realidad que involucren razonamiento numérico.

Similar ocurre con otras áreas donde los menores son atiborrados de triviales informes sin tener el estímulo ni la madurez para asimilarlos; sin la reflexión docente sobre su utilidad para la vida futura. Si retrocediéramos a la época colegial, qué preferirías conocer: ¿la historia del emperador Adriano, o cómo organizar una excursión con tus compañeros?

¿Y el maestro? A bajarse de la tarima e incorporarse para descubrir nuevos horizontes pedagógicos a partir de los saberes y sentires narrados por los alumnos. Ser orientador no un pontificador. Ser propiciador de la lectura analítica. Explorador de senderos ecológicos en misión didáctica. Autocrítico del impacto de sus directrices sobre el desarrollo exitoso de los pupilos.

¿Y las tareas? Desaparecerlas. La escuela no puede acaparar todo el tiempo de los chicos. Ellos tienen familia, deben y tienen derecho a divertiste y compartir. El juego, bien encaminado, también cultiva.

¿Y las pruebas? Tal como están diseñadas, golpean la educación. Fomentan la mediocridad al colocar cifras arbitrarias a la aprobación o no de un componente instruccional. El entendimiento se mide cualificando, en la práctica, lo enseñado en la teoría. Es la técnica de “aprender haciendo”.

Preparar y acondicionar nuestras juventudes con inteligencia, compromiso y ética, para integrar la sociedad del siglo XXI, requiere asumir retos y romper paradigmas arraigados hace mucho tiempo.