La música clásica vive

DONALDO MENDOZA

[email protected]

Manuel Drezner, veterano escritor de El Espectador y experto en temas culturales, sorprendió en su columna del pasado 5 de julio con una insólita pregunta: “¿Se acaba la música clásica?”. Luego tranquilizó a los lectores, porque la interrogación no nacía en su cabeza, sino en la de los profetas del desastre, que hacen pronósticos pesimistas. Drezner niega con argumentos sólidos que la música clásica no está ni siquiera en cuidados intermedios; que al contrario, Beethoven, Mozart y demás suenan hoy mejor que nunca. Y de paso nos advierte sobre la pobre calidad técnica de la música que se descarga por internet.

Para tranquilidad y confianza de don Manuel, y de quienes tenemos en la música clásica una dulce compañía en la vida retirada de la lectura diaria, una noticia, cual canto celestial, llenó de fiesta nuestros oídos: Santiago Cañón Valencia, un joven colombiano de 24 años ocupó el segundo lugar interpretando el violonchelo en el Concurso Tchaikovski de música clásica, en Rusia; evento en el cual participaban jóvenes de todo el mundo, para homenajear al gran compositor ruso Piotr Ilich Tchaikovski. Tempranos titulares en internet decían que Santiago Cañón Valencia, el joven violonchelista colombiano, había brillado en la competencia Tchaikovski.

Óscar Alarcón, el humorista escritor de El Espectador, destacó el fenómeno de los 18 millones de internautas que se pegaron a la plataforma Medici, provocando que colapsara varias veces. Entre esa audiencia, la citada plataforma realizó una votación en la que Santiago ocupó el primer lugar. Aquí es donde brilla el humor repentista de Alarcón: “¡Qué tal si hubiera VAR!, aludiendo al fallo del jurado que premió con el segundo lugar y medalla de plata al chelista colombiano.

Uno entiende que por razones de mercado el grueso de la publicidad en los medios corra por cuenta de los futbolistas y cantantes de ventas millonarias como Carlos Vives o Shakira, pero con un poquito de malicia se podría hacer, en alguna ocasión, una excepción; a fin de que en Colombia se conozca y se disfrute la música de Santiago, a quien algunos expertos no vacilan en considerarlo un genio en su género. Vale decir que no es el primer reconocimiento que recibe nuestro compatriota Santiago Cañón Valencia; antes de cumplir la mayoría de edad, su madre, Rocío Valencia Quijano, lo acompañaba a sus presentaciones en certámenes de Asia y Europa; recuerdo que fue tercer puesto en el concurso Queen Elizabeth, y una destacada participación en el Starker.

Quiero cerrar esta breve nota con una anécdota, contada por Rocío, que anunciaba ya el brillante destino de Santiago. Habitaban un apartamento en Bogotá. Allí, antes de cumplir los cuatro años, Santiago practicaba el instrumento (violonchelo) que Rocío le ayudaba a cargar. En un momento Santi –como lo llaman en familia– quedó como suspendido en el aire. ¿Qué te pasa, Santi? Vuelto a la realidad, le respondió: –Mamá, ¿Donde el vecino no se escucha música, se puede vivir sin música?

A esa tierna edad, Santiago fungía de oráculo de los dioses. Y respondía con autoridad la pregunta de don Manuel Drezner: Beethoven, Mozart, Chaikovski… tienen un lugar de preferencia en el oído de muchos, y por todos los siglos.