La inteligencia y el cambio

SEBASTIÁN SILVA IRAGORRI

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En el siglo XIX decía el escritor español Severo Catalina que «Para algunos sabios, el talento es no dejarse entender de los demás» A lo mejor tenía razón, pero creo que ha llegado el momento de hablar con absoluta claridad, como requisito para lograr algo de verdad en las controversias y discusiones de nuestro siglo.

Karl Marx y Engels en ‘El Manifiesto Comunista’ dijeron con particular énfasis que «La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases». Habrá algo más polarizante que esta batalla, cuya respuesta en el Marxismo es el proletariado y la teoría de la revolución para conquistar el poder político a como dé lugar? Es decir, si fuere necesario hasta por la fuerza, y con la abolición de la propiedad privada que pasaría a manos del Estado, dominado por ese mismo proletariado.

Esta teoría y práctica comunista ya ensayada, no admite ambigüedades, entonces se pregunta uno, formará parte de ella el que jóvenes militantes de las ideas comunistas vociferen en el plano internacional, con gritos destemplados, llamando asesino a un demócrata que ha llegado al Poder a través del voto popular y que en sus palabras y acciones no ha herido a ninguno de sus conciudadanos? No hay ninguna sindéresis, ni responsabilidad en esas expresiones. Es triste observar una juventud envenenada, sin control emocional, expresar una furia, transmitida por quienes están llenos de resentimientos y despechos, porque aprendieron la historia al revés, con el sello ideológico marcado en sus frentes y sin posibilidades de remisión alguna. Aquí habría que preguntar, quiénes están adoctrinando en esa forma a esa parte de nuestra juventud ? Me parece que desde que se perdieron los valores como meta de la formación integral del estudiante, Colombia ha retrocedido en la convicción íntima del avance cultural del Ser Humano a través del Orden, la Disciplina y la Autoridad. La Anarquía y las ideologías disociadoras no pueden seguir conduciendo nuestro destino.




Jaime Luciano Balmes, escribió ‘El Criterio’ que según Menéndez y Pelayo es una «Verdadera higiene del espíritu» y allí claramente dijo que «sucede muy a menudo que el hombre se engaña primero a sí mismo antes de engañar a los otros» y que «hombres capaces de alzar y llevar adelante una bandera son muy pocos». En Colombia hay muchas mentiras, muchos engaños, muchas tergiversaciones y algunos ni siquiera se engañan a sí mismos, sino conscientes y con dolo, engañan a los demás con su única bandera que parece ser, el odio, la injuria y la calumnia.

Es importante confrontar pero con ideas, controvertir con tesis y teorías, discutir con altura y reflexión, pero no continuar con una tarea de intolerancias por quienes se creen dueños de la verdad. Iván Cancino, reconocido penalista colombiano, preguntaba en estos días «Solo la oposición tiene derecho a proponer vías jurídicas? Solo la oposición es dueña de la interpretación de la ley? Solo los Magistrados afines a su ideología son valiosos? Solo vale el litigio estratégico para no dejar gobernar? Así estamos, por ello es bueno recordar el grito de Víctor Hugo en su libro ‘Los Miserables’, «Esperad! No disparéis al azar» «Rendid las armas». Esto es lo que hay que hacer, hablar con claridad, decir nuestra verdad sin violencia y avanzar hacia una mejor sociedad. No creo en la lucha de clases, pienso que no conviene ninguna dictadura del proletariado, no creo que los medios de producción deban estar en poder del Estado. Estas políticas ya han sido probadas y han fracasado, es más, han sido generadoras de violencias extremas. Es mejor un Capitalismo responsable, con rostro social, libre competencia e igualdad de oportunidades, educación y salud para todos, justicia distributiva, no discriminación, respeto absoluto a la mujer, libertad religiosa, tradición y valores, defensa de la familia, de la vida, y la más elevada y noble tarea de los líderes de la comunidad, el dominio y la conducción del cambio, a través de la inteligencia, para ponerlo al servicio de la Humanidad.