Dos reflexiones iniciales:
1) Decía Einstein “Dar ejemplo no es la principal manera de influir en los demás, es la única”, podrá ser cierto o no pero sin duda es una actitud de vida que irriga cada ser a quien impacta a través de su vida.
Por esta razón es importante que las figuras públicas como las del espectáculo, deportistas o políticos irradien un buen ejemplo en la actividad que los hizo notorios. El artista que transmita valores, así sea desde la crítica; el deportista que ejemplifique el pundonor y la lucha por superarse así mismo; y el político su transparencia y pulcritud en el manejo de los recursos públicos.
2) Una persona se comporta adecuadamente en la sociedad por lo menos por una de las siguientes causas: Por la educación que recibieron en su casa y en la escuela; por la vergüenza o por la disuasión de la ley.
Así las cosas y teniendo en cuenta que en Colombia en los últimos años ha estado sacudida por múltiples escándalos de corrupción de funcionarios públicos en todos los niveles se puede concluir: Primero, que nos hace falta un buen ejemplo de cómo gobernar, alguien que nos eduque del cómo se deben manejar los recursos públicos y segundo, que los funcionarios no los disuade la ley pues saben que ésta se puede “arreglar”.
Soporto ésta afirmación en los siguiente: En el último informe del Alto Comisionado de Naciones Unidas ha dicho que entre 2.012 y 2.016 la Fiscalía recibió 64.000 denuncias de corrupción y sólo se resolvieron el 1.6%; en lo expresado por el Fiscal General quien dijo que hay más de 500 funcionarios públicos investigados por corrupción por un valor de 2 billones de pesos; Y en que según estimativos de la Contraloría General de la Nación la corrupción le representa a los colombianos 49 billones de pesos anuales lo cual quiere decir, como bien lo dice el Polo Democrático “a cada colombiano le roban un millón de pesos anuales” que se traducen en falta de oportunidades que impiden accesos a derechos económicos, sociales y culturales.
Aún más, nadie que sea corrupto puede apersonarse como “hombre de paz” pues la corrupción es una fuente generadora de violencia. En Colombia dónde hay más terror es donde hay menos oportunidades y que de no perderse todo ese dinero con seguridad los índices de criminalidad serían mucho menores.
Con lo anterior, increíblemente y con toda la perplejidad se ve como en éste debate electoral se silencian éstos termas, que son los que realmente tienen que ver con el bienestar de todos, para que en cambio florezcan otros, como algo tan hipotético, subjetivo y confuso como es el miedo. Miedo al vecino, miedo al que piensa diferente y un profundo miedo al cambio.
Es como si ya nos hubiéramos olvidado o no nos importara por ejemplo el desfalco al Sistema de Salud, del manejo a la Dirección Nacional de Estupefacientes, de Saludcoop, de Agro Ingreso Seguro, de Carimagua, de la Yidispolítica, del otorgamiento de títulos mineros por doquier, de Odebrecht, de la Refinería de Cartagena, de Isagén, de los “cupos indicativos” para congresistas, del Carrusel de las Pensiones y de la Toga, y aquí en el Cauca de algunos proyectos de regalías y la entrega de los activos de Cedelca.
Es tanto el miedo al cambio que nos contentamos con reelegir a muchos de los causantes de semejante despelote, y a muchos de esos cerebros los calificamos de prohombres, estadistas y hasta sabios; y en cambio para mantener éste statuo quo tildamos a quienes con valor y real patriotismo han denunciado semejantes abusos, por ejemplo a Robledo de negativo resentido y a Claudia López de loca irreverente.
Colombia necesita un gobernante que de buen ejemplo, alguien a quién seguir, un faro moral para que inicie un proceso de renacimiento de la ética de lo público y así una sincera reconciliación entre gobernantes y gobernados. Así es como verdaderamente se puede empezar a construir la paz.