La hora de ir a ver ballenas

HÉCTOR RIVEROS

@hectorriveross

Terminó la precampaña a las elecciones regionales del próximo octubre y se pueden sacar varias conclusiones, pero la más llamativa, a mi juicio, es la poca importancia que tienen los apoyos de líderes u organizaciones políticas para determinar las tendencias electorales, a pesar de haber sido a ello a lo que más tiempo le han gastado los candidatos durante este tiempo.

Me refiero, claro, a las circunscripciones más grandes, porque la lógica en municipios pequeños o medianos es distinta. Dicho de otra manera: ni los partidos políticos, ni Uribe, ni Petro, ni Fajardo, ni ningún otro “jefe” político nacional, tiene ninguna capacidad de incidir en quien es el próximo alcalde o gobernador de los departamentos o municipios más grandes de Colombia, en los demás alguna influencia tienen, pero lo que prima es la lógica local y regional.

Esa evidencia está correlacionada con otra: el tema del acuerdo con las Farc que ha sido determinante en las últimas elecciones nacionales será irrelevante en la campaña para las elecciones de octubre y, por eso, los partidos se acomodarán en coaliciones en las que convivirán “amigos” y “enemigos” de la paz. Los que miran desde Bogotá, es decir desde las alturas, se declararán aterrados de porqué estos están con estos otros si en el debate nacional se enfrentan agriamente.

Hay ya claros favoritos para ganar las gobernaciones más grandes: Atlántico (Elsa Noguera), Valle (Clara Luz Roldán), Antioquia (Aníbal Gaviria), Santander (Leónidas Gómez) y de ninguno se puede decir que sea de Uribe, o de Petro, o de Fajardo, al contrario, probablemente son favoritos entre otras razones por no ser de ninguno de ellos. Aunque han militado en algún Partido, lo cierto es que hoy son vario pinta y allá han llegado de varias partes en vista de las posibilidades de triunfo.

En las alcaldías grandes la competencia está más reñida, pero los electores no están esperando la señal de nadie y, al contrario, el efecto que el apoyo de alguno puede producir en los ciudadanos es el rechazo y por tanto la decisión de no votar por alguien porque recibió el apoyo de tal o cual.

Por ejemplo, en Bogotá, un simpatizante de Petro no votaría por alguien que reciba el apoyo de la “derecha” y probablemente no votaría si el apoyo es de Fajardo a quien le endilgan la derrota en la segunda vuelta presidencial. Probablemente un liberal no votaría por alguien que reciba el apoyo uribista y uno de centro se desestimule de votar por alguien que reciba el apoyo de Petro o la Farc. Paradójicamente hay más posibilidades de que los apoyos resten y no sumen.

En varias historias La Silla ha documentado las dificultades que tienen los líderes o los partidos para conseguir candidatos que compitan con éxito en sus regiones.

Petro no ha encontrado como influir de manera decisiva en donde ganó las elecciones hace un año. Fajardo tampoco: en Cali ganó y su candidato, Alejandro Eder, parece no poder competirle al exalcalde Jorge Iván Ospina o a Roberto Ortiz. Claro, en Bogotá la favorita es quien fue su fórmula vicepresidencial, Claudia López, quien tiene la mayor opción por ella misma y no por ser de nadie.

Por los lados del uribismo la situación también es dramática. El apoyo de Uribe, salvo en Antioquia, es tóxico en varias regiones. En Bogotá está probado que a quien Uribe le cargue el megáfono tiene menos posibilidades de ganar que si el expresidente no se apareciera. En Cali dicen que los coqueteos de Ortiz con el Centro Democrático no lo dejan crecer y en Barranquilla resulta irrelevante.

Los partidos también sufren su propio calvario. El Liberal tendrá que ceder las dos gobernaciones más importantes del Caribe, a pesar de tener gobernadores bien valorados en su gestión y muy bien calificados. Cambio Radical no tiene donde apostar que ganará una alcaldía o gobernación salvo que sume los votos de Char que ya no son del Partido.

Con el aval de los partidos pro-establecimiento se elegirán seguramente la mayoría de las gobernaciones y alcaldías, pero no será por eso que se elijan sino por el peso propio del candidato correspondiente e incluso algunos de ellos huyen de los partidos en los que militaron para no cargar con el negativo, como hace Carlos Fernando Galán de Cambio Radical para competir en Bogotá.

El Polo posiblemente gane Santander y será un triunfo grande, la primera vez que esa organización logre imponerse en una elección departamental, pero Gómez no ganará por ser del Polo sino por representar lo que la gente parece querer ahora, especialmente la sensibilidad por los temas ambientales y el rechazo a los partidos políticos tradicionales, que, sin embargo, podrían recuperar la alcaldía de Bucaramanga.

Los Verdes seguramente serán ganadores porque sumarán los votos de Claudia López en Bogotá, de Jorge Iván Ospina en Cali y lo que saquen en Boyacá, pero no tendrán peso en el resto del país, aunque tendrán más alcaldías que las que tienen ahora y conserven los tres departamentos que ganaron hace cuatro años.

Difícil de explicar, pero justo ahora, que comienza la campaña en serio, parece ser el momento oportuno para que los “jefes” políticos nacionales aprovechen para disfrutar de ese espectáculo maravilloso del avistamiento de las ballenas jorobadas en el Pacífico, porque en las campañas no los necesitan.