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    La historia del cine en Bolívar, Cauca. Imitando a sus ídolos

    Las variadas aventuras de varios bolivarenses que soñaban con ser el héroe en su propia película de cine.

    POR EFRAÍN PIAMBA GÓMEZ

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    La serie de películas de Tarzán, inspiró a los bolivarenses. / Fotos Suministradas – El Nuevo Liberal.

    En películas y en revistas, El Santo, fue la atracción.

    El paraje ‘El Pinar’ y el charco El Cuspián, se convirtieron en el Hollywood bolsiverde para imitar a Tarzán en la versión de Johnny Weissmuller.

    Le interesa leer… ‘La historia del cine en Bolívar, Cauca (II)’

    En ‘El Pinar’ se adecuaron rejos y bejucos en los árboles. En este lugar, los hermanos Perafán (Henry, Guillermo, Carlos), con otros vecinos, construyeron una casucha en la copa de un árbol; allí permanecieron unos pocos días. Por abandono de hogar, su progenitora, doña Teresa y la policía les truncó la aventura.

    En el sector ‘El Pinar’, antes de construirse la cancha de fútbol, el señor Alfonso Maca, trabajador de la fábrica de gaseosas ‘Siracusa’, propiedad de don Próspero Robles, tendió rejos entre los árboles para poderse deslizar como lo hacía Tarzán.

    En el mismo sitio, los adolescentes de esa época: Omar Galíndez, José Diomedes Zúñiga, Leonardo Zúñiga, Roger Rendón y Gentil Robles, construyeron tres camas en las copas de los árboles para vivir como Tarzán. Para sobrevivir llevaron una pequeña estufa a petróleo, pero con tal mala suerte, que el fuego prendió las ramas; la humareda llamó la atención de la policía municipal que acabó con el sueño de los adolescentes.

    En El Cuspián hubo competencia de nado: los tarzanes locales se ubicaban en la piedra más alta, emitían el grito de Tarzán, se colocaban la hoja de un cuchillo en la boca y se lanzaban al agua. El que mejor lo hacía era el payanés Alfonso Maca; de los nuestros, el ‘mono’ Senén Rivera. Para recordar, lo que sucedió con el ‘loco’ Marco Girón, quien en estado de embriaguez, imitando a Tarzán, se tiró de un puente y al chocar con una roca perdió el conocimiento por varios minutos.

    Émulos del ‘Santo, el enmascarado de plata’

    Emulando al Enmascarado de Plata, en el patio de la casona ‘Marco Fidel Suárez’, se construyó un tinglado; los rejos para el cuadrilátero los prestó don Leopoldo Bolaños. Leonardo Zúñiga, era el coordinador de las “peleas”, disponía de máscara, capa y botas, se le llamaba ‘La Sombra Vengadora’.

    Se organizaron varias funciones nocturnas de lucha libre; Rodolfo López Pino, Joaquín Ramírez ‘Pescador’, Ciro Benítez (de Balboa), Alfonso Tipan (de Santa Rosa), el ‘Tigre Caleño’ (administrador del Café Vesubio) y Efraín Dorado ‘espátula’ completaron la nómina de luchadores. Como director técnico ofició el Sargento de la Policía Jorge Correa.

    Cabe recordar que Mauricio Zúñiga, hermano de la ‘Sombra Vengadora’, durante dos semanas recorrió las empinadas calles de Bolívar portando una máscara de ‘El Santo’, elaborada con un talego de guardar harina.

    Para finalizar, el cine influyó en la niñez y la juventud bolivarense con la lectura de revistas, cómics o historietas de personajes como ‘El Santo’, ‘Tarzán’, ‘El Llanero Solitario’, ‘Rin Tín Tín’, ‘El Charrito de Oro’, ‘Roy Rogers’, ‘Kaliman’, ‘Alma Grande’, ‘Superman’, ‘Chanoc’, ‘Memín’ y otros.

    Las programaciones de cine

    Para atraer la atención del público se pegaban afiches y fotos en blanco y negro en carteleras o pegadas en la pared interna del teatro y con vista hacia la calle; la misión de los niños era identificar al “tipo” y a los malos.

    Cuando el teatro fue administrado por don Luis Cajas, con el fin de atraer espectadores realizaba una rifa con la numeración de las boletas; el premio, que inició con cinco pesos, se acumulaba si no había ganador. En una ocasión se acumularon setenta pesos, una cifra importante en aquellos días.

    Los “enlatados” (cajas circulares de hojalata color gris que contenían los rollos) llegaban el día jueves después de las 5:00 pm, en la única chiva (bus tipo escalera) que hacía el recorrido Popayán – Bolívar, que duraba entre 10 y 12 horas.

    Las funciones se realizaban a las 7:30 de la noche. A través de un altoparlante, instalado en el techo del teatro, se anunciaba la película y el reparto.

    Las ‘cortinas musicales’, a principios de los años sesenta eran las canciones de moda: ‘El Plebeyo’ del mexicano Fernando Fernández y ‘Amor del Alma’ del argentino Leo Marini, entre otras.



    Antes de ingresar al salón, se pasaba por la tienda de la señora Susana Bolaños o por el establecimiento ‘Tres Esquinas’ del señor Wenseslao Burbano para aprovisionarse de los bombones ‘Catalina’, luego llegarían las ‘colombinas’.

    En la platea, con piso de cemento sin desnivel, el público se sentaba en bancas de madera con capacidad para ocho personas; las primeras bancas eran ocupadas por los más fanáticos, que llegaban temprano. Los más entusiastas aplaudían cuando el protagonista (el tipo) se fugaba de sus captores o cuando los eliminaba; gritaban ¡vistaaaaaa¡ si aparecían las escenas de la cartelera.

    No faltaban los “recocheros” o patanes (decían los mayores) que rechiflaban en el cambio de carrete, en el apagón de energía o en un bache de la cinta. Esto no ocurría si estaba presente el Padre Vidal porque los sacaba a coscorrones. Las parejas de enamorados preferían las últimas bancas de los palcos para tener la oportunidad de caricias furtivas, lejos de las miradas de los familiares de la novia.

    Normalmente los palcos tenían tres bancas de madera en orden de altura ascendente. En los intermedios había tiempo para comprar golosinas y empanadas que ofrecían los hermanos Castillo en la puerta del teatro.